24 de julio de 2015

Blogolatría bibliométrica






Otra mañana de domingo, poco antes de la diáspora estival, hojeando un montículo de libros del año de la tana.

Amanuense [encorvado, mientras rebusca]: Me gusta esa sección del blog que lleva por título “Los sedimentos del delta”, o algo así. Me refiero a la que simplemente presenta las cubiertas de decenas de libros desportillados como estos, cada uno de su padre y de su madre, que han desembocado juntos aquí, en el Rastro.

Larsen: “Los restos del naufragio” se llama.

Amanuense: Eso. Una vez me puse a mirar por curiosidad, y la mayoría de ellos no están ni en la Biblioteca Nacional.

Tinofc: Gromov, ya que tanto te aburres podías contarlos y catalogarlos, seguro que hasta ahora van unos cuantos cientos, o incluso miles.

Gromov: Polaco, yo sólo me aburro contigo. Hazlo tú, si te parece.

Tinofc: No me gusta la bibliometría, que trata a los libros como los entomólogos a los insectos. Los cuantifica, los clasifica, los tipifica, los ficha,… y les da igual su alma. Si me apuras, hasta la propia biblioteconomía me repatea. Y casi la bibliofilia también.

Amanuense: Entonces te aconsejo que leas la Carta sobre el Comercio de Libros de Diderot. Es muy ilustrativa.

Tinofc: Prefiero El Sobrino de Rameau, con unos diálogos tan chispeantes que a su lado los de Spasavic palidecen.

Larsen: Esos libros fotografiados aquí domingo tras domingo no han sido leídos nunca, para el caso es como si no existieran. Son como el sonido de un árbol al caer en un bosque solitario: nadie lo oye.

Gromov: Pues por esa misma razón, tales ejemplares no son objeto de la bibliometría. Esta ciencia (o lo que sea) se interesa principalmente por computar citas recibidas, calcular lo que se llama “índices de impacto”. Y ya me diréis qué repercusión puede tener o haber tenido un libro [agarra uno de un montón y lo ojea] de 1924 titulado La Caída de Lucifer y la Cojera de Vulcano. Su interés es meramente anecdótico.

Amanuense: Puestos así, esos mismos estándares se pueden aplicar a blogs como el nuestro.

Gromov: Efectivamente, tal cual, dejadme que os explique. Uno de esos factores de impacto de los que hablaba es el índice h (inicial del que lo inventó hace unos años, un tal Hirsch). Resulta que un autor tiene un índice h, pongamos, de 7, si ha conseguido que 7 de sus publicaciones tengan al menos 7 citas cada una. Podrá tener muchas más publicaciones, por supuesto, pero menos citadas. Y así, ese número mágico da la idea de su difusión.

Tinofc: Vaya coñazo; lo que decía, la bibliometría que se vaya al carajo. Sin embargo, a ti te veo muy puesto en esas zarandajas.

Gromov: A lo que voy: el mismo esquema se puede aplicar a un blog. Su índice será h si tiene h posts leídos cada uno por al menos h personas (para ser rigurosos, deberían estar enlazados, pero bueno, por simplicidad lo dejaremos sólo en leídos).

Larsen: Pues nosotros cumplimos 2000 posts no hace mucho.

Amanuense: Entonces, si lo he entendido bien, Manual de Ultramarinos (el blog) podría tener, al menos en teoría, un índice h de 2000, si cada entrada hubiera recibido 2000 visitas.

Larsen: Eso es una utopía. La entrada más popular tendrá unas 300, para que te hagas una idea.

Tinofc: ¿Y esto a quién le interesa? Yo, cuando en la tele dan los índices de audiencia y en la radio las oleadas del EGM, cambio de canal.

Gromov: A mí me interesa, y supongo que a alguno más de los aquí presentes. Pues que sepáis que Blogger pertenece desde hace un tiempo a Google, que es mucho más que un buscador. Y hay una herramienta, Google Analytics, que permite obtener el índice h de un blog. Hay que decirle al webmaster que lo calcule.

Larsen: No hace falta tanta sofisticación [señala con el índice al Amanuense, al Polaco, a Gromov y a sí mismo mientras cuenta en voz alta]: 1, 2, 3 y 4. No creo que ese dichoso índice suba mucho de este número.

[Scientiometric Spasavic]


22 de julio de 2015

Lo feo es bello y lo bello es feo




Debido a su diseño eminentemente práctico, sin concesión alguna a la estética, es francamente feo y contrahecho, y en su flacidez granujienta, en sus pliegues y colgajos, en su color virada entre rojiza y violácea, en su tez granulosa e irregular, contrasta vivamente con la tersura y belleza del resto del cuerpo femenino.

(Texto: Juan Eslava Galán, Homo Erectus;
Imagen: anónimo japonés, circa 1850)


Una temporada en el infierno

Charlus&Jupien 

21 de julio de 2015

Pushkin y las langostas


Pushkiniana (vía Yandex)


Tras una de sus fechorías, como castigo, Pushkin fue comisionado para evaluar los daños de una plaga de langostas. Este es el informe que evacuó:

«Por el llano volaban las langostas, 
todas a una en la tierra se posaron,  
con todo lo que vieron acabaron, 
y volando se fueron a otras costas».

(Gromov, leído en El Mar Negro de Neal Ascherson)


20 de julio de 2015

Grados de catadura moral






Ocurre en una librería de viejo. Está hojeando un libro y dentro de él aparece un billete de 20 euros. ¿Que hace?
  
  • Se lo indica amablemente al librero (Cándido)

  • Compra el libro con el billete dentro (Bubble Boy)

  • Compra el libro y paga con el billete (Gromov)

  • El libro le da por saco, así que mete el billete en otro que sí le interesa (Viperino) 

  • Se guarda el billete tan ricamente en el bolsillo de la camisa (Garduña)


Bestiario del Quijote (XLVII)


Cervantes y sus modelos, por Ángel Lizcano




   

 

La rémora 



Para señalar la causa de que un pescado tan pequeño pueda hacer un efecto tan grande como detener una nao en medio de su movimiento, no hallan los autores razón natural. Deste pececillo ¿qué razón se puede dar de sus fuerzas y de su poder? Este anda en las aguas como los otros peces y en ellas muestra su fortaleza, sin tener cuerpo para tanta violencia, con su boca se apega a la nao y no hay fuerza poderosa para la suya; porque ni el ímpetu de los vientos ni la fuerza de las olas, ni la solicitud de los remeros bastan para mover la nao donde una vez está asido sino apartándole della.
Fue este pescado entre los antiguos símbolo del impedimento y estorbo, por el efecto que hace de retardar las naos.

(del Tesoro de Covarrubias)



En su reciente biografía Cervantes, la Figura en el Tapiz, Jorge García López hace caer varios mitos sobre el autor del Quijote: la visión judaizante de Américo Castro, la erasmista de Bataillón, la noventayochista de Unamuno... Y también critica la perspectiva de Cervantes como "ingenio lego" que propugnó, entre otros, Menéndez Pelayo:

[Como el propio Cervantes] una verdarera pléyade de escritores de la época [Lope de Vega entre ellos] no cursa el equivalente de los actuales estudios universitarios. Ni falta que les hacía, porque innumerables son los caminos para obtener una buena formación literaria y sobre todo para acceder a la verdadera creatividad estética. Y ya sabemos que, antes y ahora, el conservadurismo cultural y la enemiga contra cualquier innovación se atrincheran casi siempre en las instituciones oficiales, y significadamente en la universidad.

Curiosas líneas donde, paradójicamente (o no tanto), un Catedrático de Literatura de la Universitat de Girona hurga en la herida de la rémora universitaria.

(Gromov) 


 

14 de julio de 2015

Avance informativo




Una edición de Alicia a través del Espejo, de editorial Alborada, que compré en el mercadillo de Valladolid hace unos domingos







Cuando acabe con el Bestiario del Quijote, dentro de unos doscientos posts, comenzaré con el de Lewis Carroll, donde hay materia para otros tantos: El Dodo, el Snark, el Grifo, el Gato de Cheshire, la Tortuga Artificial,... 

Doy como avance al Jabberwocky en versión de Ramón Buckley, una de las que más me gustan para las poesías dementes de Carroll (imagen de arriba). Estimo también mucho como traductor a Eduardo Stilman, aquí podéis ver su recreación. Y es también notable otra traducción  muy reciente que se debe a Julio Trujillo.

(Gromov) 



Mejor no meneallo




(un concernido)




13 de julio de 2015

La tierra recordada














El paisaje comunica una impresión de absoluta per-

manencia. No es hostil. Se limita a estar presente:
intacto, callado, íntegro. Es muy solitario, pero ante
la ausencia de todo rastro humano uno tiene la sen-
sación de comprender esta tierra y de poder ocupar
su lugar en ella.

                                      EDMUND CARPENTER


Una vez en la vida cada hombre debería concentrar
sus pensamientos en la tierra recordada. Debería
abandonarse a la memoria de un paisaje par-
ticular de su experiencia; contemplarlo desde el ma-
yor número de ángulos posibles, admirarlo, compla-
cerse en él.

Debería imaginar que lo toca con las manos en
cada una de las estaciones y que escucha los sonidos
que allí se producen.

Debería imaginar las criaturas que lo pueblan y
hasta los más tenues movimientos del viento. De-
bería recordar el resplandor de la luna y los colores
del alba y el atardecer.

                                         N. SCOTT MOMADAY


(Bubble Boy vía Barry López. La foto es de J.Mª Mellado)



Jaculatoria


Estampa encontrada ayer en un libro del Rastro;
abajo, el reverso






Dudo que sacara adelante la ortografía, pese a tan poderosa protección.
 (G.) 



10 de julio de 2015

Bestiario del Quijote (XLVI)






The Invisible Man of La Mancha


Hablábamos en una entrada  anterior de los Monstruos Clásicos (o Monstruos de la Universal) y comprobamos ahora que, repasando la nómina de los que han ido apareciendo en este bestiario quijotesco, ya hemos tratado de casi todos: la Momia, el Hombre Lobo, Drácula, Frankenstein, el Doctor Jekyll y Míster Hyde,… Se suele incluir también en esta lista a Godzilla, y aunque algunos vestiglos y endriagos quijotescos (singularmente en la interpretación romántica de Doré) tienen mucho de godzillesco, nos negamos a considerar a este engendro como “clásico”. 

Pero aún queda por hablar de otro ser desarraigado de la humanidad, nacido a finales del siglo XIX, que sí ha adquirido esa categoría en el imaginario colectivo. Nos referimos al Hombre Invisible de H.G. Wells, también llevado al cine por la citada productora, como Frankenstein, de mano de ese demiurgo de Dioses y Monstruos que fue James Whale (recomiendo el libro sobre su cinematografía en la editorial Calamar, otra más para nuestro bestiario editorial).




Pero, ¿qué tiene que ver el Hombre Invisible con Don Quijote? Pues mucho, más de lo que pudiera pensarse, como trataré de argumentar. No en vano Ítalo Calvino tomó al Caballero de la Triste Figura como modelo del suyo Inexistente, un ideal sublimado sin soporte carnal que en la cubierta de Daniel Gil para Alianza Editorial podemos ver como una armadura hueca, con la visera del yelmo levantada y sin nadie dentro, ¿o es que hay alguien, pero no lo vemos? Como quiera que sea, la coraza le confiere corporeidad del mismo modo que las vendas dan presencia a la invisibilidad del personaje de Wells. Diseño editorial metonímico, por cierto, en el que  Planeta y Harper Collins se han inspirado para alguna de sus mejores ediciones del Quijote tanto en castellano como en inglés.





Si sostenemos que, como el personaje de Calvino, también el de Cervantes es un hombre invisible, seguramente se nos tome por tan locos como él. Pues para no ser visto, el Caballero debería pasar inadvertido, mimetizarse con el paisaje, lo cual no ocurre ni de lejos en el caso del de la Mancha. Ya que por doquiera que aparece, nunca pasa desapercibida su estrafalaria facha con anticuada armadura y pertrechos de acometida y defensa. Precisamente uno de éstos últimos había incluso llamado la atención del propio Don Quijote por lo que relucía. Nos referimos al yelmo de Mambrino, botín arrebatado en singular batalla cuya posesión asegura la invulnerabilidad a quien lo posee. Ahora bien, según los  libros de caballería, ello era posible porque esta rica ganancia otorgaría la invisibilidad a su portador. Así que nuestro Hidalgo, que creía a pies juntillas en tales  novelerías, se consideraría invisible en su trastornada imaginación. Aunque lo cierto es que tal cualidad se convierte de hecho en  un arma de doble filo, y así se explica que en sus anzanzas se vea arrollado repetidamente por ovejas, cerdos, etc.  Ello ocurriría simplemente porque las bestias no llegaban a vislumbrarle.

También consideraba invisibles Don Quijote a sus malignos enemigos, los encantadores (y, efectivamente, no llegamos nunca a ver ninguno). Alguna de sus malhadadas acciones, como la de hacer desaparecer su biblioteca, se hacían socapa de esa impunidad que es otro de los ideales que conlleva la invisibilidad. Algo que el ser humano ha buscado desde siempre: creemos recordar que algún personaje de los Ensayos Filosóficos de Balzac la llegó a conseguir, y que la influencia de este mito debe retrotraerse por lo menos a los cuentos de Las Mil y Una Noches.

(Gromov)