21 de enero de 2016

Yo tuve la suerte de tener una librería


Vía La Nueva Crónica (y Santosperandones.com)


Muchas horas pasé en la librería Pisa antes de irme a la universidad, escudriñando sus estanterias corredizas. Uriarte siempre andaba azacaneado con sus cuadros de formato cuadrado (que, todo hay que decirlo, me dejaban más bien frío) y alguna escultura sui generis (recuerdo, por ejemplo, un curioso pene-barómetro). Por entonces él estaba orondo y farfantón (yo nunca he dejado de estarlo), y rajábamos mucho. Luego adelgazó, yo me fui fuera, el traspasó o vendió la librería (que ahora es Elektra), y la relación que teníamos (quiero creer que algo más que librero-cliente) devino en desapego.

Ahora parece que ha vuelto a engrosar a unos niveles semejantes a los de antaño y presenta el proyecto Baca no es vaca (o viceversa) mientras, desengañado de la crisis, proyecta una performance que culminará dentro de un cuarto de siglo. Si sigo vivo, allí estaré.


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