31 de mayo de 2017

Crónica Ultramarina


Foto de Juan Luis García


Como quiera que los ultramarinos no encontraban a su chamarilero en su plaza hubieron de movilizar todos los medios que en su mano estaban y que se reducían a un extraño número, escrito en un papel de servilleta, que pasaba por ser el telefónico del querido librovejero nuestro. 
Durante un par de semanas no contestaba hasta que una mañana sabatina diole por responder a un náufrago mensaje. Se había incorporado a la vida nuestra hacía pocos días, venido de una estancia ultramarina, bien ilustrativa del nombre nuestro, por las tierras muy despobladas del Canadá. Nos dijo que aquel lugar, siendo tan grande, tiene menos gentes que la patria nuestra y de allí nos comentó la gran cantidad de granjas que vio abandonadas, como si en esa mirada ya se apiadara de koljoses enteros como se apiada en su chamarilería de personas y cosas, de lámparas viejas, taburetes cojos, vajillas huérfanas y candelabros viudos. 
En pocos minutos se llenó el antro precioso de la alegre camaradería de las letras perdidas y a los habituales se les sumó el autor de haikus de estantería, grandísimo guitarrista, fotomatón  andante y hasta director de orquesta. También vino por vez primera el director de la revista aquella, azul eléctrica, y el músico famoso de nombre cacofónico. 
La música se puso y la voz del autor perdido, Loss, sonó aunque él permaneciese en la isla aquella de Manhattan y las palabra introductorias de Ramone ampliaron la sala. Seguidamente malabia leyó unos textos arrastrados por las calles neoyorquinas, mientras todos nos sentíamos un poco como los perros románticos que por todas las esquinas de las ciudades-mundo ladran. Y en una esquina, entrando muy tarde y marchando muy pronto, se pudo ver, en una sombra de una sombra, al espíritu de Roberto Bolaño.

[el cuervo]

30 de mayo de 2017

Crónica Ultramarina (segunda parte)



          Foto de Juan Luis García

Ya fuera de la chamarilería, que con casi veinte personas estuvo llena, se sentó en una terraza la gente que, rebuscando en lo viejo, se ve nueva, cada uno con su casete grabado con ruido de fondo neoyorquino y sobre los sones de otras canciones del pasado viejo. El bueno de Gromov trajo al Cuervo el prometido compendio de los artículos de Sawa en los que se ve que no solo fue un bohemio sino un primer espada, un Zola español al que la patria corrupta defenestró con saña. 
Allí se comprobó que las ediciones de malabia jamás serían objeto de Haiku de estantería alguno al carecer de lomo y estar esclavas de la grapa. Las explicaciones de este sobre las cuentas económicas de la editorial de mentira fueron prolijas y pesadas y parecieran las del gran capitán quitando tiempo a de las letras hablar. 
Demasiado pronto se fue el poeta de la Alberca que se irá muy pronto, invitado por la embajada lusa. 
En un momento dado varios coincidieron en echar de menos al editor Eolo y sus chascarrillos y relatos de la feria recién clausurada y por él montada.
Esfumáronse con el anochecer bastantes de los ultramarinos quedando cuatro que, atravesando la multicolor muchedumbre que los ignoraba, se acercaron a cenar a la cantina otras veces prometida. Entre tanto y por el camino el gran chamarilero, de porte aristocrático y estética de mendigo, concitaba las miradas, como si el pueblo llano se percatara de que de un gran hombre se trataba. Ya en la taberna vieja corrieron sendas rondas de cerveza y varias cazuelas, siendo la primera deliciosa y las siguientes espantosas, con una salsa que se solidificaba por momentos, como del espeso suelo rojizo del infierno. A medida que esta salsa se ponía al punto de la piedra el ultramarino de un pueblo cuyo nombre nadie sabe y es de la Mancha, nos contó historias increíbles que ya están en las películas. 
No se demoraron mucho los cuatro que quedaban y antes de que tocase la media noche se despidieron del tabernero adusto con cuerpo de pretérito titán venido a menos, que ni sonreía ni saludaba. Ya en la calle, frente a la puerta, reflexionaron llana y profundamente y el gran ser comprensivo que es el chamarilero explicó los evidentes motivos por los cuales un hombre solo se puede perder, a lo que añadió el Cuervo que el destino del hombre maduro es buscar la soledad.
Por las calles iluminadas por farolas de heliotropo se fueron sin reparar en algunos árboles de los paseos que, con el tiempo loco, se han otoñado en mayo y sin darse cuenta que cuando se juntan los ultramarinos alguna hojilla nueva sale en sus corazones otoñados.

(El Cuervo)

Tardes magnéticas


DAVID GARCÍA CASADO
PRIMER DIARIO DE NUEVA YORK
EL FIN DE ALGO (ULTRAMARINO SOUND)


CHAMARILERÍA
CANTAREROS 3
LEÓN














agente doble 575





















 M. (Agencia Ojo de Pez)



27 de mayo de 2017

26 de mayo de 2017

Email





Estimado Malabia, nos están preguntando insistentemente por la nueva producción fonográfica de su sello.
¿Para cuándo podremos contar con ejemplares?, a partir de 20, por favor.


Saludos,


Leo de Galatea discos y libros cassettes.

El fin de algo: la vuelta al cassette



David Loss es un músico español afincado en Nueva York que tiene en su haber varios discos en inglés como Empty Shell, Highway Rivers o Primer en los que, con un estilo a medio camino entre el crooner, el bluesman y el cronista urbano, plantea sugerentes historias con una profunda carga emocional.
David Loss, El fin de algo (2017). UltramarinoSound. Los libros secretos de Manual de ultramarinos. León




NOTA DE PRENSA

Este sábado se da a la luz su nuevo trabajo, El fin de algo, editado por el sello UltramarinoSound, perteneciente a la editorial de libros secretos Manual de ultramarinos, de León. Se trata de una cassette con ocho temas cantados en castellano de los que se ofrecen como adelanto dos piezas: 'Los modales heredados' y 'Los hechos'.

En este single, grabado a caballo entre Nueva York y León, lo acompaña 'La banda íntima de Martin Frost', un grupo de aquí con nombre de allí, pues homenajea a un personaje de El libro de las ilusiones de Paul Auster. 

Manual de ultramarinos es, a la par que editorial, una sociedad secreta de traperos del tiempo. Entre los títulos publicados hasta el momento destacan la novela Dakovika, de Bruno Marcos, poemarios como Animalario de José Luis Puerto, Morir de viento de Jorge Pascual, Muero todos los días de Manuel Olveira o Leyendo la fuga del vallisoletano Luis Santana. Pero el catálogo de sus publicaciones es mucho más amplio y variado, tanto como escasa su difusión y difícil su localización. Entre ellas, la hoja volandera Librastrófilos, la microrrevista plegable Rilhafoles de panóptico, dedicada en exclusiva al círculo de Lisboa, y la revista La Galerna. Tabloide crítico, que cuenta en sus páginas con colaboradores como Juan Bonilla o Andrés Trapiello.


Más información:



25 de mayo de 2017

Como si no murieras





«A mis amigos raros les pasa, cuando nadie da un céntimo por ellos y me preguntan cómo les aguanto y qué veo en ellos de especial, ellos sorprenden con una genialidad que enmudece al resto y, entonces, todos quieren ser sus amigos y yo me retiro momentáneamente».
(B.M.)

Curiosidad





[JVNT]
[A. Manilla]
  
Los dos se fijaron en lo mismo (adictos a MDU)





Las malas lenguas




«El libro que más vendí en la feria del libro fue uno de la patrulla canina».

Oído a un librero

María de Medeiros




  La famosa actriz María de Medeiros viendo la exposición con ejemplares de Manual de Ultramarinos en el Musac


[el cuervo]

24 de mayo de 2017

La Dolce Vita




Si en la pasada Feria del Libro, el primero en abrir era Sir Valín, el último era el incorregible polaco.

23 de mayo de 2017

Álbum de sombras (EOLAS ediciones)



Álbum de sombras es un portulano de la memoria de Elías Moro que describe magistralmente los territorios ya inexistentes de un mundo que el lector, en su tránsito, revivirá con el atisbo de la sonrisa cómplice en el rostro, la expresión taciturna, cuando no se sorprenderá a sí mismo envuelto en la convulsión de la carcajada. Todo transcurre en ese lugar ya casi mítico, en los estertores del franquismo, en el que se reproducían a pequeña escala, pero con la precisión que imponen la represión, la escasez, la ignorancia y la rendición, todas las miserias y las supervivencias que tejían el ingenio y la picaresca de esos tiempos en blanco y negro: el barrio. En un relato poliédrico, contado en primera persona pero afrontado desde diferentes ángulos, personajes y facetas, Moro rememora a los protagonistas y las andanzas de ese cosmos delimitado de su infancia y adolescencia, con la asunción absoluta del «somos lo que hemos sido y los que con nosotros fueron». Ácido, sarcástico, políticamente incorrecto, preciso, costumbrista, conmovedor, el autor completa con destreza y oficio este puzle social, humano, de una época analógica y preconstitucional, la raída cartografía de otro mundo.

Juan Carlos Pajares

¡Felicidades, amigo Elías!

22 de mayo de 2017

Casquería Fernández












Arreglos y confección de libros viejos, raros y olvidados.

[Tinofc]

Alfiler



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