30 de junio de 2019
Las malas lenguas
-Larsen, no sabes que el domingo pasado al polaco le dio la calambrina cuando se encontró con el segundo tomo de las Obras Completas de Huidobro en la editorial Zig-Zag, con la cubierta firmada por Amster.
-¿Y el primero?
- No apareció, pero ya lo tenía; Lo encontró en el mercadillo de Avilés en los años ochenta.
Oído al Amanuense, Ultramarino de la abadía
29 de junio de 2019
D A K O V I K A 3 (Una Novela por entregas)
D A K O V I K A 3
(Una novela por
entregas)
RESUMEN DE LO ESCRITO HASTA LA FECHA
El cuervo y
Larsen son dos buscadores
de libros viejos que escarban como traperos del tiempo entre lo desechado para
hallar tesoros a punto de desaparecer. Un día ven en el Rastro a una muchacha
llamada Lamieva de la que El cuervo se enamora. Con ella llega a la casa Siena-Pombal, un
antiguo piso lujoso que un aristócrata había decorado para la amada que a última
hora le rechazó y que lleva clausurado cien años. Allí
el protagonista
siente detenerse el tiempo y descubre la industria que provee de versos a
Garnach, el poeta laureado de la ciudad, a quien asesina. Lamieva, asustada,
dispara al protagonista con una pistola de pequeño calibre en el costado causándole
una herida que no le parará nunca de sangrar.
Tras el asesinato
del laureado poeta Garnach, El cuervo, Lamieva y su padre, Dakovika, —que le
proporcionaba falsos libros viejos al anciano vate para plagiarlos— emprenden
la huida desde la mansión olvidada de los Siena-Pombal por los tejados de la
ciudad sin nombre hasta las cloacas. En ellas, siguiendo ríos pestilentes
entre miríadas de ratas y atravesando osarios subterráneos, descubren en el
abandonado hotel Oliden la existencia de la fantasmal secta de El topo, que
lleva siglos intentando destruir la catedral.
Continúan la
escapada en el coche robado a Larsen dirigiéndose hacia la confluencia de los
dos ríos que cercan la urbe mientras estos se desbordaban por las nevadas.
Sucumben a la riada. El cuervo busca a Lamieva y a Dakovika durante días, pero
sólo encuentra al viejo que se evapora en sus manos. Destrozado, vuelve solo
caminado hasta la ciudad donde halla el cadáver del librovejero de la calle
Cantareros a quien suplanta.
Capítulo 1
Durante mucho tiempo vi la luz
aparecer y desaparecer en los cristales de la entrada de la tienda. Los días y
las noches marcaron el ritmo de mi corazón quedando dormido con la primera
sombra y despertando con la primera luz. Los sueños durante aquel periodo
fueron lo mejor. Sin poder controlar lo
que pasaba en ellos mi mente se entregó a todas las cosas que anhelaba.
Aunque toda la vida me había
sentido solo fue entonces la primera vez que estaba sin nadie a mi lado. Bueno,
tenía a Karenino y al cadáver del librovejero. Al poco no necesité los recortes
de sus barbas porque me crecieron las mías y manteniéndome en la sombra, entre
los muebles bien callado, nadie notaba que lo había suplantado. Los visitantes
eran pocos. Gente huraña, de pocas palabras, más bien mirones que compradores,
gente aburrida que no sospechaba nada.
La tienda era un lugar inacabable.
No sé cómo ese hombre había conseguido colocar tantas cosas en aquel espacio.
Además de lo que se veía había un cosmos de cosas en cajones y cajas de madera
o de cartón, maravillas escondidas u olvidadas cuyo valor era una incógnita.
Objetos que no sabía si eran joyas, fragmentos de lámparas, de pulseras o de
anillos.
Lo más extraño era el ruido de un
viento que había en el interior de la tienda y el viento que se oía se metía en
mis sueños y soñaba siempre con Lamieva viva en un paisaje agitado por aires
polares que la impedían llegar hasta mí. Pero al menos la veía. Cuando
despertaba todo se volvía nuevamente materia, muerte. No sé por qué resistía.
Debía ser porque era lo único que había hecho toda la vida: resistir, aguantar,
esperar…
Enseguida empecé a buscar sin
saber qué. Removía todos los objetos que podía hasta caer rendido y me
asombraba luego porque no apreciaba diferencia en el aspecto de la tienda de
antigüedades. Daba igual. Siempre parecía que todo hubiera sido colocado con
cuidado para crear un escenario como ningún otro: Tres pianos rotos que aún sonaban, todo el
techo poblado de lámparas de araña unidas por banderines de fiesta, radios mudas,
relojes parados, el samovar, una sopera rosa, un reclinatorio, un largo banco
de iglesia, vajillas incompletas, juguetes infantiles que lo fueron de los que
están en el cementerio, un casco alemán, varios anteojos, todo un repertorio de
lámparas de pies torcidos, mesas cojas de todas sus piernas, sillas tristes y
desorientadas que se reunían como gacelas perdidas de dos en dos y de tres en
tres, esculturas pequeñas, lánguidas, cariátides de bombillas fundidas,
bibelots, periódicos amarillos, toda suerte de piezas de colección
desperdigadas, cosas que iban en grupo por la vida y ahí estaban solitarias,
rebaños de libros, un Cristo de ataúd y un millón de cosas más
Llevé el cadáver del librovejero
al fondo del local una noche, la primera que pasé en la tienda después de
volver de la inundación. Lo arrastré hasta el final y sus enormes pies iban
dejando un reguero de objetos caídos. Lo más difícil fue ponerlo tieso para
meterlo en el reloj de pared. Karenino observaba toda la maniobra con los ojos
muy abiertos y parecía lamentar no tener manos con las que ayudarme. Le até una
cuerda por debajo de los brazos y lo icé haciendo polea en el clavo de una lámpara.
Se balanceó ya en el aire y a duras penas conseguí empujarlo hacia dentro.
La portezuela se abrió sola a los
pocos segundos y el cuerpo del librovejero muerto se vino hacia mí lentamente
como si me fuera a dar un abrazo oscuro y dormido y a llevarme con él dentro
del reloj de pared. Entonces fue cuando noté que estaba amojamado, muy seco,
como si se estuviera momificando con el calor aquel que tenía ese local gracias
a las tuberías de calefacción que pasaban para el resto del edificio. Lo
introduje de nuevo en el reloj y coloqué una mesa delante que le impidiera
salir otra vez.
27 de junio de 2019
Las malas lenguas
-Me han dicho que malabia ha publicado los últimos poemas escritos por Don José Luis, después de que le diesen el Premio Castilla y León de las Letras 2019.
-Es verdad, los he leído en el último número de Rilhafoles.
Oído a dos ultramarinos
Hojeo
Libro recomendado por el Letrado Quintano, Leopoldo del Gremio y el polaco. (La Trinidad Galatea)
[el trapero]
25 de junio de 2019
24 de junio de 2019
Crónica Ultramarina
L A G A L E R N A 6
Foto / M. Ramone |
Impulsados por la inercia de la primavera que pisaba los pies del cercano verano fuéronse los ultramarinos a la ribera del río Torío y emplazáronse muy simbólicamente en una aldea llamada San Feliz; no en vano, pues su cometido secreto era homenajear a uno de los suyos: rastrero, ultramarino, salvador de libros muertos, rescatador que pone el oído a las cosas bellas y sujeta entre sus manos, los momentos que puede, las que desaparecen y es, sobre todo, poeta, acaso el poeta que mejor contradice el tópico romántico ese del poeta que sufre expandiendo su luz, su feliz luz.
Pues allá nos fuimos a juntar en el patio de geranios que resultaron petunias y que demostró que las fotos de nuestro querido Larsen no son del todo buenas pues el patio fue más hermoso en vivo que en las fotos esas. Delante del encalado pozo, y con todos sentados en corro, se inició la presentación de La Galerna en su números 6, íntegramente dedicada al último premio de las letras de la comunidad autónoma nuestra, que es más grande que muchos países y hasta que Portugal entero. Ya en varias ocasiones hablamos de escribirle una revista plena, saltándonos la norma de que La Galerna sólo levanta polvaredas de cosas hace más de cincuenta años muertas; pero el poeta, con su humildad manifiesta, se echaba las manos a la cabeza y decía que de ninguna manera.
Toda la edición ha estado llena de fotografías en las que aparece él con nosotros en las presentaciones ultramarinas y lleva por frontispicio el poema que nos parece que mejor le define versando de las aves más humildes, los pajarillos pardales, que, siendo tan poca cosa, vuelan y celebran la plenitud del mundo.
Luego empezamos con las contribuciones literarias, la primera del ultramarino ausente, que siempre está pero que nunca viene y que la única vez que intentó presentarse se fue a la calle Cantarranas en vez de a la de Cantareros. Su texto lo dedica a explicar que Puerto escribe como un acto de amor. Después se comentó la entrevista que le presenta trabajando en el telar del tiempo, seguida de un análisis de su prosa de creación y un diálogo con Hölderlin, que también pensaba que es poéticamente como habitamos los hombres la tierra. Posteriormente se citó un trabajo sobre su etnografía y un sainetillo de la marca de Gromov que se escenificó en pocos minutos con los personajes reales hablando de Puerto en el Rastro. Otro texto pintó su retrato y hasta uno describió cómo se le lee en portugués traducido y, en un último escrito, un relato imagina un sueño suyo dormido en los pupitres del archivo municipal en el que cada mañana investiga.
Para finalizar se señaló que en la lista de suscriptores de honor empezarían a aparecer los de oro, marcándolos en negrita y que el único y primero a día de hoy sería Puerto, quien contestó, agradecido, que no creía en el oro. Finalmente se le entregó el diploma en el que firmamos todos y leyó conmovido el poema de colofón titulado ‘Pájaro de la aurora’.
Entonces ya los pardales todos de la ribera del Torío se dieron cuenta de lo que estaba pasando y, aunque siempre van por su lado, se agruparon todos encima del patio y saludaron con sus cantos al poeta bueno que les hizo a ellos el poema más bello.
Foto / M. Ramone |
[El cuervo]