En la madrugada del 25 de septiembre de 1972, Alejandra Pizarnik se dirigió al despacho que tenía en su departamento en Buenos Aires. Cogió una tiza, se aproximó al pizarrón que había en la pared y escribió: “No quiero ir / nada más / que hasta el fondo”. Luego regresó a su habitación, ingirió cincuenta pastillas de Seconal sódico y murió. A los 36 años, Pizarnik abandonó la vida, dejando a su paso uno de los legados poéticos más importantes de la literatura latinoamericana.
31 de mayo de 2022
Conectados anti-redes
Surrealista: cada vez hay más mensajes en las Redes, despotricando contra las Redes… ¡en las propias Redes!
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30 de mayo de 2022
29 de mayo de 2022
28 de mayo de 2022
Las malas lenguas
Hay poesía más allá de Visor y compañía, pero no llega al buzón del domesticado crítico literario. Acaricia a un círculo poético y se convertirá en un círculo vicioso.
Oído a Larsen en una caseta de la Feria del Vino de Cacabelos