El Rastro, febrero de 2013 |
Aunque estábamos solos en Reto no encontramos nada que justificase el frío. Tinofc me dijo malvadamente que se llevaba dos volúmenes de la enciclopedia Jackson y sentía en el alma estropearle el día al Enciclopedista.
La lluvia llegó con timidez, pero se fue quedando en el paseo toda la mañana. Nos hizo acelerar el paso y ver con tristeza cómo se empapaba los libros. Tinofc sacó el paraguas de Hiperión (RIP), que le salvó de una tormenta en Madrid, camino de la librería de J.M. Nos paramos en el puesto de los bolcheviques más por refugiarnos del temporal que por los libros esquilmados por el deán de la Colegiata. Larsen encontró, siguiendo la tradición, otro diario y ultimó las negociaciones con el editor de laBici. Preguntamos por Trostky, nos dijeron que no venía hasta las once; no tenía prisa por empezar la revolución con el ejército rojo.
En la escombrera de Barcelona el Amanuense encontró "Naiza y su tierra. Síntesis histórica", en 2 volúmenes, lo que más nos gustó fue el escudo de la portada con su volcán insular. El capitán Nemo los habrá encontrado en algún naufragio en la ciudad condal.
Mientras caminabamos para espantar la mala suerte, el Amanuense empezó a desgranar historias del Rastro que bien merecían un libro: La historia de las fotos de Ridruejo que aparecieron entre los libros e hicieron que, por una vez, le temblase el bigote y las gafas, y suspirase tranquilo porque no habían caído en manos de las Brigadas Internacionales; La historia de la Plancha de grabado de la Virgen del Camino que iba a comprar por 30 euros y porque estaba escrito "en judío"(al revés) - según un gitano que decía que su padre la había vendido por 400 euros- en un instante, el precio se disparó.
Tinofc envidó y nos contó que su amigo Cataño había comprado en los Encantes la chaqueta de Senillosa. Ya teníamos una novela en marcha.
Cuando uno acaba una conversación hablando de las historias de la mili puede ser por tres motivos: el ardor guerrero, el fervor etílico o el hervor del Imserso.
Cuando uno acaba una conversación hablando de las historias de la mili puede ser por tres motivos: el ardor guerrero, el fervor etílico o el hervor del Imserso.
Detrás de un petate lleno de libros de la biblioteca del cuartel sólo puede haber una bibliopatía crónica y de difícil solución.
Cuando ya nos íbamos del Rastro pasamos a saludar a Demóstenes, el orador, que nos hizo un elogio de la amistad. Tinofc se llevó toda la angustia del siglo XX en un libro del escritor de Praga, y rezamos una oración a M. Brod. Nos encontramos, como todos los domingos, a T. que convocó a su amigo a la reunión clandestina en la taberna de Gutenberg. Venía riéndose de lo que había oído más arriba: "Además de pasear hay que comprar, sino hay que sacar la entrada".
La mañana terminó con un catálogo de fotografías de B. Plossu y poemas de J.M. Bonet.
La belleza inútil que nos salva del óxido de la melancolía.
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