La orilla del Danubio. El Rastro, primavera del 2013 |
Llegó Larsen con música de Battiato (recomendaciones de Gromov), y del maletero sacó dos botellas de Prieto Picudo para celebrar con Fernández el éxito de su casquería ultramarina. El Carbonero nos informó de todas las residencias de la tercera edad que había a la redonda. Nos debe ver ya mayores. Nosotros no nos vemos tan decrépitos. Todo es según el color del cristal con que se mira la botella de vino.
No sé si por la hora adelantada o por la procesión de la madrugada, el paseo parecía el páramo regado por una acequia con poca agua de Reto.
Nos fuimos a la Cacharrería, siguiendo los pasos del cazador, por el paseo de los tristes. Cuánto echamos de menos a Egea, el gran talento de la Selección 1917, de Granada.
En la orilla del Danubio un penitente Ilustrado escarbaba entre un montón de revistas sobre molineros y panadería. Guardó en su mochila de boy scout varias postales de las ciudades que no volverá a pisar y algún sello de las cartas que ya no va a recibir. Messi nos recordó los éxitos de su homónimo, a falta de alegrías mayores. Con el sigilo de la víbora llegó el Amanuense para enseñarnos unos videos de su mujer en las playas de Cataño. Al rato llegó su sombra, Pedro Alcázar y Pedrín, que soltó el Pointer para que rastrearse las huellas del Jabato, Goliath, Crispín, el capitán Trueno... Caza menor y autóctona.
Empezamos la ronda de los días acompañados por el Amanuense que es un pozo sin cigüeño cuando se trata de hablar mal de la fauna del Rastro: Del Licenciado Regil, el cascarrabias del quiosco La Urraca; de su confidente Ridruejo; del olvidado José, con su mesa de dominguero donde colocaba encima los libros y debajo la revistas de las diosas de Onán; de Gromov (camino del Calvario -en todos los puestos lo crucifican- ) y su autismo; de Boris Karloff, el sacristán del campanario, que con su trastorno bipolar asustó a Larsen y su Paradiso.
El Amanuense, siempre que puede, hace sus ejercicios de nostalgia, como un ajuste de cuentas con el pasado de todos los infelices que vagamos por el Rastro buscando el jardín de las delicias.
En la esquina del Casino saludamos al enigmático Elvis y, sobre todo, conversamos con Cansinos Assens y su Divino fracaso. Tuvimos que comprarle el libro del Sevillano, algo estropeado por los continuos extravíos, a Gromov. En esta orilla lo tienen vetado. Tinofc, que como buen editor siempre hila fino, nos habló de los 4 volúmenes de La Nueva Literatura, grata compañía para esta primavera. Me comentó el discípulo del Pabellón 6 que iba a inagurar en Ultramarinos una sección para adultos con reparos (como si los menores entrasen en la tienda de ultramarinos). Como Dante iba a iniciar el camino del infierno en las bibliotecas de nuestros escritores. Empezaría por el infernillo (fuego de campamento para adolescentes) de Simenon. También nos habló de unos exlibris que nos mandaría si era capaz de pillar la señal de la clínica de San Patricio.
Ocramalliv se entretuvo con un chamarilero que le quería colocar por 60 euros unos volúmenes de pasta dura, ideales para decorar el salón de la corte de María Antonieta. Eran un poco más caros porque habían pasado una exhaustiva y boluda desinfección. Ahora que el arte está muy devaluado, no llegaron a un acuerdo. Tensaron tanto la cuerda que, por un lado, se fue el "ni pa ti" y, por el otro, el "ni pa mí". Otro día será.
Con la velocidad del tren de Matallana pasó Benzema, caballero hidalgo del Siglo de Oro, a rematar un corner en el área de Cacharrería. El ruedo ibérico, por hoy, había terminado. Emulando a Travis, Larsen invitó a subir en su Taxidriver a Gromov, el primo de Panero, con destino a Ítaca, la churrería.
Mientras arrancaba, nos pareció escuchar al ruiseñor de las Viñas. Todo fue un espejismo. Se acercaba Tinofc silbando su melodía favorita My Way: " I've lived a life that's full, i travelled each and every highway. And more, much more than this, i dit it my way". Sólo de lo negado canta el hombre.
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