Diagrama de Copérnico |
Con la gorra del Che se presentó el Trapero en Reto. Le faltaba la estrella moscovita de cinco puntas que le quiso vender el Ilustrado. Tinofc le ganó la mano al Enciclopedista en unos volúmenes sobre los Castillos del Reino de León. Viendo como descargaba en el pretil montones y montones de libros, nos hicimos una idea de la manera de trabajar de los estibadores polacos. A Ocramalliv parecía que le había dado el baile de san Vito, y en cada caja que se paraba pegaba un brinco, miraba a un lado y a otro y arramplaba con todo a lo Molière. De nada bastó que le dijesen que iba a romper el saco. Estaba en trance LSD (libros sin destino). Todo era un sin vivir. En la otra orilla un mermado Larsen harto de escoger los libros, agarraba la caja a lo Ridruejo y la descargaba en el muro. Parecía un enajenado. El Ilustrado lo defendía aclarando que estaba con fiebre y alucinaciones.
Nos descuidamos unos minutos y nos dimos cuenta que los bárbaros habían arrasado todo. Era tal la desolación que habían dejado, que la oscuridad se cebó con nosotros. Habíamos vuelto a la Edad Media.
En el borde del jardín de plantas de romero se había creado una muralla de libros que conformaba una instalación de Arte Contemporáneo.
El cínico de Larsen empezó a lanzar órdagos a Tinofc: "te has dejado Las cartas de Max Aub para jugar en el Campo abierto". "Mira tengo la Poesía completa de Nazim", replicaba un excitado editor". "¿Cómo se te pasó El viaje a Italia de Montaigne?", le castigaba el Trapero. "¿Has visto los seis volúmenes del Laberinto mágico de M. A. y la Biblioteca de Babel?", contestaba Tinofc.
Larsen no tenía nada que hacer, aunque tenía las cartas en su mano, no siempre se juegan bien cuando se está ante un tahúr tan experimentado como el Polaco. A los pendecieros la suerte les acompaña.
Según una dedicatoria que apareció en La biografía de Camus de Olivier Todd, todos los libros procedían de la librería de Uriarte. "El primer libro que vendo a mi amigo José Luis Z. Que no sea el último. Uriarte. Mayo de 1979".
No sabemos cuantos vendió pero nosotros sí sabemos cuántos compraron los viciosos rastreros de lo barato .
Cuando llegó Gromov y vio toda la miseria que habían dejado las malas compañías, su cara se convirtió en un endecasílabo de Quevedo. Se quedó con las ganas de comprarle al Lobo la primera edición de las Tribulaciones de un chino en china. Era la única que le faltaba de las diez ediciones diferentes que tenía. El Apagado Larsen se negó a negociar con el ruso alegando motivos de salud mental.
No desplazamos hacia Cacharrería mientras Larsen llevaba al Enciclopedista a su Búnker. Cargaron el maletero con tres enciclopedias de vertebrados, lagos, cascadas y océanos. Y de propina el minilarousse ilustrado de 130 volúmenes.
En la plaza de la Guinda (Tendido 7), "en una mañana brumosa, pero no átmosférica" según el parte del Amanuense (le da a todos los palos que termine en logo: metereólogo, psicólogo, politólogo, paleontólogo... ) Hablaba poco pero bien hilado. No podemos decir lo mismo del científico Gromov que desde su ático con su telescópio descubrió la semana pasada la Galaxia Ultramarina. Nos comentó que hace dos días localizó el satélite de Karerino y el agujero negro de Ridruejo.
Se nos acercó el Marchante para enseñarnos un grabado. El Amanuense le escupió una oferta alta que no podría rechazar. El pintor cerró los ojos, los oídos y escapó a toda mecha con la joya bajo el brazo.
"Solamente lo hice para que creyese que era un grabado valioso. Mi hija los hace mejor", aclaró el floritólogo.
" Y digo yo... Voy a inagurar una nueva sección: "Libro Albedrio". Nos dio la risa. Todas las semanas el ultramarinólogo está creando nuevas secciones. Éste es el abanico de las últimas: "Libro te quiero", "Casi me libro", "Los libros que no vendí". Mejor que se dedique como Alfanhui a Industrias y Andanzas, y deje sus sueños de la Sección Libre.
Nos preocupaba no haber visto al Pescador en toda la mañana. Eso quería decir que andaba detrás de algo que no quería que lo supiésemos y eso inquietaba a la facción dura de los Ultramarinos.
Al final lo encontramos arrancando un motor de explosión. Nos preguntó si nos íbamos ya. "Vamos a regar", le lanzó el agricultólogo.
Caminábamos para no perder la costumbre de los días fríos. Ante nosotros brilló en el suelo un céntimo oxidado. Gromov dobló el espinazo (pocas veces lo dobla; siempre delega, a no ser que vea una edición de Rico en el suelo) y, siguiendo el consejo de los siete iluminados, dijo: "Si desprecias una moneda perdida, la fortuna te puede volver la cara".
Mientras nos acercábamos a Reto para ver con más tranquilidad el desastre causado por los Vándalos, Suevos y Alanos, el astrofísico ruso nos hizo un recorrido por las librerías de segunda mano de la ciudad impar. La Leona se le salía de la jaula del presupuesto bestiario y Libros&Libros la visitaba siete días a la semana. (Aunque el domingo cerraban, se acercaba a ver si habían cambiado el escaparate.)
El Editor de Labici nos habló de la librería Pessoa y del bohemio Chema que desde que cerró la Carnicería (lugar de culto gracias al famoso artículo de Bruno Marcos), pacía como un lobo solitario en un pueblo abandonado de la montaña, escribiendo en su blog Misoginia y libertad.
Como el asesino, volvió al lugar del crimen el inspector Ocramalliv y su amigo Hammett. Nos daba un poco pena toda la gente que escarbaba en las cajas y se quejaba, con razón, de que nunca había nada.
A Tinofc le daba la risa, pero seguía buscando El Spleen. El Hidrólogo regaba unas Flores del Bierzo, lozanas y mustias. Por la fecha de 1896 tenían que ser de plástico.
En un momento mágico se alinearon todos los Ultramarinos; esa tropa que milita siempre cerca de un libro y tiene su propia Galaxia, gracias al gran trabajo de investigación del denostado Lapón, y al que, desde esta parcela de alfalfa que es la tierra, felicitamos, Sr. Ivan Dmitrich Gromov.
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