30 de septiembre de 2013

Antonio Machado


El Rastro, otoño del 2013





[Tinofc]


J. R. J.



El Rastro, otoño del 2013









[Ocramalliv]



Arquitectura efímera



Mercadillo de Valladolid, otoño de 2013.





Vinieron las lluvias (Louis Bromfield).





[Gromov]


29 de septiembre de 2013

Los restos del naufragio
























El Rastro, verano del 2013





28 de septiembre de 2013

Las malas compañías


El Rastro, verano del 2013



Antes del amanecer oímos un intempestivo murmullo de voces procedentes del paseo. Allí encontramos a los Ultramarinos a la intemperie, con Gromov a la cabeza, metiendo la garduña entre las primeras cajas. Por la impaciencia del Ruso, en Reto, nos hicieron esperar más de la cuenta. Hasta que no colocaron el último cachivache, allí no se movió nadie. El Polaco, como buen lebrel, se plantó delante de una caja sospechosa y recitó un texto de su primo Pons: "Los tres factores del éxito: las piernas del ciervo, el tiempo de los ociosos y la paciencia del israelita". El Enciclopedista de Sabariego le replicó: "Al final ni pájara ni huevos".
Desfilamos, camino del arrabal, con las manos vacías y la lentitud de los bueyes. En la Escombrera nos encontramos con Bombita  que alegremente nos enseñaba sus trofeos de pesca: La cárcel de San Marcos, León insólito de Cremer y unos libritos sobre directores de cine  leoneses. Estaba pesaroso porque se le había escapado un cartel de cine que le levantó el tío Perruca. Últimamente el maletilla se está especializando en temas leoneses a falta  de  mejor ganadería.
En el suelo, Gromov buceaba con la Caballería roja de Babel y Tinofc remiraba su cartel de la imprenta moderna, sospechando su falsedad, y nos enseñaba la antología Madres e hijas (unos relatos generacionales de escritores de saldo), ya sólo le falta para terminar la colección el título Abuelos y nietos en Anagrama. Larsen se conformó con La banalidad del mal de Arendt.
Después de las fiestas de Camponaraya, la furgodesván volvió a ocupar su sitio en el paseo. Un desmejorado Ultraísta, devoto de Morapio, nos animaba a quedarnos y ver unas novedades de un exquisito bibliófilo de tierras de Campos. Nos enseñó la bolsa para que acabásemos creyéndole. Viendo la oferta de chichinabo de Gromov por una Historia del Anarquismo, el ultraísta se cerró en banda y ya no sacó los libros de la bolsa. A este paso el Ruso tendrá que volver a su época de Cantatas y autismo por  el bien del negocio ultramarino.
Bombita nos hizo una revelación familiar muy singular. Su afición taurina tiene un claro componente genético; su abuelo fue un afamado torero de Bembibre que inventó la autogestión taurina: Él, con sus ahorros, contrataba una plaza y pagaba los morlacos. En Torre se le conocía como Cajetilla. Mientras nos deleitaba con la historia, Spasavic y Tinofc desaparecieron del lugar. 
¡Saltó la liebre! No los veíamos por ningún lado. Después de un buen rato, los encontramos dentro de un maletero huroneando la mercancía de un chamarilero. A Gromov sólo se le veían las zapatillas ya que tenía medio cuerpo dentro, Tinofc le agarraba por la cintura para que no perdiese el equilibrio.  Ferratalla calmaba su mono de bibliómano con Las cenizas de Olga y El otro barrio de Elvira Lindo (creció leyendo las aventuras de Manolito Gafotas). Con la oferta 2x5 euros todos buscaban la pareja para cuadrar las cuentas. El serbio Larsen se arregló con el polaco y el Ruso de la estepa intentó cuadrar con un paseante que se acercó al puesto. Le dio calabazas.
En La farola de Corrientes empezó Copérnico a repartir su Galaxia pessoniana, edición numerada y limitada, entre los Ultramarinos. El Enciclopedista no entendía nada del discurso astronómico y el Trapero le puso al corriente dándole la dirección del blog-tienda.
Gromov recorría el desagüe buscando cambio para pagar una pequeña deuda; no encontraba a nadie que le hiciese el favor ya que es  un lobo solitario  en estos andurriales y lo conocen todos los pastores de esta dehesa. Al final por lástima el perroviejo de Larsen le dejó una moneda de dos euros y el eslavo le aseguró que se la devolvería con la ayuda de la diosa Fortuna.
Cuando nos íbamos del Rastro acompañados por los lamentos del enredabailes de Calimero, llegó un alarmado Bombita asegurándonos que en el Tendido 7 había tirado la caña y picaban como nunca. Nos enseñó la cesta llena de ediciones raras para estos andurriales.
Por cortesía ultramarina esperamos al aceitunero de Jaén y salimos como los mistos. Allí reposaban felices en su paz de camposanto Unamuno, Azorín, Camba, Foxá, Galdós, Cossio... No podíamos creernos que entre tanto cacharro dormitasen estas ediciones príncipe. A Ocramalliv le dio el tembleque de San Saturio mientras apandaba todos los libros de pasta azul en un montón. Un mamarracho a su lado iba cantando los títulos y así, en su ignorancia, avisaba a la concurrencia del último hallazgo del verano. El buhonero observaba en silencio todo el paripé montado a su alrededor y debido al interés desmesurado, que nunca había visto en su puesto de deshechos, empezaba a contar con los dedos cuanto le iba a pedir al Polaco. Cuando llegó la hora de la verdad, le dijo el precio, y a Tinofc se le quitó el tembleque quedándose mudo. Sólo se llevó a Unamuno, Azorín y a Mussolini, y miraba de reojo al Julio Camba del Trapero mientras nos íbamos a unas horas poco propicias para los trapicheos ultramarinos.



Alianza Editorial



El Rastro, verano del 2013





























[Bombita]


La belleza de las cantinas



Rastro de Léon, verano de 2013




LA BELLEZA DE LAS CANTINAS

¿Qué belleza puede compararse a la de una cantina en las primeras horas de la mañana? ¿Tus volcanes allá afuera? ¿Tus estrellas?... ¿Ras Algethi? ¿Antares enfurecida en el sur sudeste? Perdóname, pero no. No son tan hermosas como por fuerza lo es esta cantina que —decadencia de mi parte— acaso no sea propiamente una cantina; pero piensa en todas aquellas terribles cantinas en donde enloquece la gente, las cantinas que pronto estarán alzando sus persianas, porque ni las mismas puertas del cielo que se abrieran de par en par para recibirme podrían llenarme de un gozo celestial tan complejo y desesperanzado como el que me produce la persiana de acero que se enrolla con estruendo, como el que me dan las puertas sin candado que giran en sus goznes para admitir a aquellos cuyas almas se estremecen con las bebidas que llevan con mano trémula hasta sus labios. Todos los misterios, todas las esperanzas, todos los desengaños, sí, todos los desastres existen aquí, detrás de esas puertas que se mecen. Y, a propósito ¿ves aquella anciana de Tarasco sentada en el rincón? Antes no podías, pero ¿la ves ahora? —preguntaban los ojos del Cónsul mientras recorrían en torno suyo con la lucidez estupefacta y extraviada de un enamorado— ¿cómo esperas comprender, a menos de que bebas como yo, la hermosura de una anciana de Tarasco que juega al dominó a las siete de la mañana? 
Malcolm Lowry, Bajo el Volcán.





México





[Gromov]


La Maruja







[El Cuervo]


26 de septiembre de 2013

Mucho cuento



El Rastro, verano del 2013









"Antonio Toribios nos ha dado uno de los mejores libros de cuentos de la literatura española del siglo XX".  E. Vila-Matas



[Ulises Lima]


Ucrania


De librerías de saldo. Gran Canarias.










[Para Gromov. El Amanuense]



El desván de Vitoria








Larsen, de vuelta de disney, paro en Vitoria en el desván del piso que compraron unos amigos; una biblioteca a punto de irse a la basura; me traje unos treinta. Hay una novela además en la misma biblioteca: libros de los años treinta con los tapas arrancadas, escritos, traducciones, pequeños fragmentos literarios y poéticos escritos por los márgenes. Al principio pensé que se trataba de un poeta que robó esos libros y arrancó las tapas para no ser descubierto pues alguno tenía sellos en las páginas. Otra cosa rarísima eran algunos libros de don Pío, con palabras tachadas e, incluso, sustituidas por otras, y tachado el autor de la portada y del lomo. Y lo más raro de todo levantadas las letras una a una del autor, Pío Baroja, con una cuchilla en un austral de los cuarenta de Los amores tardíos. Lo último que he pensado es que el dueño tuviera miedo de la censura, de que se viera después de la guerra que tenía libros comprometedores, pero y las tachaduras interiores, se trataría de un censor...?



Oye, lo último, estoy convencido de que los libros fueron de Pío Baroja, reescritos, tachados, en francés, estoy con la caligráfica, la p es exacta.

Enviado desde mi iPad. El Cuervo.



[El discreto Larsen]



Taxonomía rastreril







Taxonomía rastreril (paráfrasis)

Podemos distinguir entre el amateur -que sería el aficionado de altos vuelos-, el erudito -en el que prima la erudición sobre el gusto, representando la vertiente más racional y científica-, el dilettante -sibarita y hedonista-, el curieux -un espíritu inquieto e inquisitivo- o el más elitista, culto y experto connoisseur
Los auténticos especímenes son la antítesis tanto de los especuladores como de los furnishers o simples decoradores que, si adquieren libros, son para rellenar huecos en las paredes, o los snobs que más que libros coleccionan ediciones.
Algunos son coleccionistas en los que influye la vanidad o el altruismo, que prefieren dar a conocer las obras que han ido reuniendo a través del tiempo, superando el sentido de ocultación. Son los coleccionistas de vitrina. Sin embargo, y por muy diversos motivos, predominan los coleccionistas de armario, esto es, los que ocultan a la mirada de intrusos sus tesoros.
Todos estos tipos, lejos de ser incompatibles, pueden confluir en una misma persona, aunque siempre parece predominar más uno que otro.
En la Galaxia Ultramarina los tenemos de todo pelo.


[Gromov]



25 de septiembre de 2013

La banalidad del Mal



El Rastro, verano del 2013



Eichmann en Jerusalén 

Un estudio sobre la banalidad del mal es un libro de la filósofa Hannah Arendt, publicado en 1961. En el texto la autora afirma que aparte de un deseo de mejorar su carrera, Eichmann no mostró ningún rastro de antisemitismo o daño psicológico. Su subtítulo famoso introdujo el concepto banalidad del mal, que también sirve como últimas palabras del capítulo final. En parte, por lo menos, la frase se refiere al comportamiento de Eichmann en el juicio, no mostrando ni culpa ni odio, alegando que él no tenía ninguna responsabilidad porque estaba simplemente "haciendo su trabajo". Él cumplió con su deber...; no sólo obedeció las órdenes, que también obedeció a la ley.




[Para Obdulia, que nos habló de  H. A.]


Larsen



Vita brevis



Ediciones DVD (1996-2012)



El Desván. Burgos




[Larsen]


Extravíos



El Rastro, verano del 2013








Expurgos


El Rastro, verano del 2013







Exlibris

El Rastro, verano del 2013






24 de septiembre de 2013

La maleta de naúfrago




La maleta del náufrago: cuaderno de notas, 1981-1990

 Felipe Benítez Reyes




[Gromov]