El Rastro, otoño de 2013 |
En la escalinata de Potemkin apareció un carricoche lleno de libros de cocina y de arte. El ilustrado fue el primero en sacar la lista de la compra para completar los libros etnográficos de Caja España; entre todos le ayudamos a buscar el número once de la colección, al final lo encontró debajo de la almohada. Tinofc Ocramalliv se topó de repente con su juventud en un libro sobre la Historia del instituto Padre Isla, allí aparecía en una foto de grupo, con cara de castigado. Larsen, gourmet de despojos, sacó del horno un Paul Bocuse y el Libro del Gotelé de M. Barceló. Mientras nos acercábamos a dejarlo todo en el maletero de lance, espiamos al pájaro Ridruejo que anidaba en un Ford fiesta descacharrado, donde un chamarilero le enseñaba los últimos tomos de la viuda Perejil. Apandaba con un ansia que cualquiera que se acercara corría el peligro de ser mordido por un perro sin hueso. Sólo le faltaba comprarle el coche. Animado por el Amanuense, el Trapero puso el teleobjetivo para ver los títulos que se llevaba; todo eran catálogos de librerías y algún tomo suelto de las obras de Clarín.
Al hilo de este descubrimiento, el Ropavejero nos adelantó su próxima colaboración para Libro Albedrío: "Estoy preparando una recopilación de Catálogos de librerías de viejo, (porque tengo pelo si no me quedaba sin él). He repasado más de 300 catálogos antiguos de los años 40-50 y me he quedado mudo viendo sus intimidades y los precios que manejaban: unas Poesías de Machado de 1890 con el precio de 2 pesetas se había tasado en Argentina por 600. En otro de la librería Tormo (Madrid) aparecía en la primera página una esquela y una dedicatoria sentimental de Baroja; en otro, nos indicaba el origen de todos los lotes de libros: los herederos que dividieron la biblioteca. Seguí exhumando catálogos donde asomaban nombres históricos: Vindell, Sr. Palau, Dr. Rivera, Ferramenta, Molina, Felipe Coyote, todos ellos tapados por el polvo de los años".
Despues del Monólogo monástico (Gromov como buen maestro en este arte, ya empieza a tener sus discípulos), el Polaco, sujeto de pocas palabras y muchos libros, le aconsejó que leyese El arte de vender donde había leído esta cita: "El Catálogo es una forma de hacer crítica literaria".
El Primo de Freud nos habló del poder del seXo a la hora de vender. En su Industrias y Andanzas, el libro más popular con 1400 visitas diarias era el Cómic erótico La urraca. Este apunte le hizo viajar a la época de matriculado (no confundir con estudiante) en la Facultad de Psicología de Salamanca, donde compartía piso con Jünger. Se entretenían buscando lo subliminal en la publicidad de la revista del País. Entre la cervezas, los mojitos y el jijiji se les aparecían en la botella de whiski todas las formas sugerentes de la imaginación abrasada. A la mañana siguiente, cuando se habían ido los vapores de la noche, no encontraban en esas misma páginas ni la pichula de Palote.
Tinofc nos contó que esta semana había traído de Pola a Simenon; le había dado una conferencia sobre la historia de los palomares de Tierra de Campos. Larsen se preguntaba como serían las excursiones de Jupien y Charlus que hacían a los baratillos, ¿quién escuchara a quién? La erudicion tiene mucha lengua pero poca oreja.
El docto Spasavic nos alfabetizó sobre Iván Bunin (libro que había mercado el Polaco en un mercadillo solidario), y su vida de exiliado ruso en la Revolución Francesa. Se nos acercó un vendedor ambulante para ofrecernos 25 kilos de patatas a 7 eiros; (nos vería con la andorga vacía). Aunque el precio era barato, Tinofc dijo que el solo pujaba si el saco era de libros Montaner.
El ubícuo Gromov nos enseñó unas fotos bestiarias que había robado en la Feria de los Botines. Lo que no contó es el zipizape que le montaron por sacarlas sin permiso, menos mal que estaba de guardia el Polaco y el Paramés de Urueña, para que la cosa no fuera a más. "Compra el libro de la tortuga y sacas las fotos que te salga de los cojones", le dijo un enfadado Bigotines.
En el puesto del Pastor se coló el cartel de Todos (éstos, solamente) a 1 euro. Los Ultramarinos revolvieron todo y cada uno se llevó algo para matar el hambre con el gusanillo de la morralla. Tinofc atrapó dos ejemplares raros por su portada (Cuatro de Infantería) y por su título vanguardista (Chispas de yunque). Gromov capturó otro ejemplar para su zoo bestiario (Las gallinas de los huevos de plomo). El Amanuense se iba emocionado con el diario de un chica que vivió en su barrio hace treinta años (Diario de la Juani. La universitaria arrollada por un tranvía). Empezó a contarnos las desventuras de su vecina. Nos llegó su pena en la meliflua voz de este filandón paseado.
Nos paramos en el tenderete de los Irreverentes, al ver las portadas de sus libros nos dolía la vista y la cabeza. La chica al vernos revolver entre las novedades de literatura infantil nos avisó: "tengo de lo serio por aquí" y nos llevó a la parte de atrás. Todo ya estaba floreado de otros días.
El Ultraísta discutía de táctica futbolística con kojak, al vernos, nos llamó para desahogarse de lo mal que estaba el negocio. Larsen se ofreció como becario sin sueldo para ir aprendiendo el oficio. Empezó con la primera lección: cómo se colocan los libros; el ruso capturó ese momento ultramarino con su leica de juguete.
Un bostezante Amanuense se despidió de la tropa, había trasnochado mucho entre legajos, cirros y estratos, y se fue a dormir al parque modernista de Quevedo, con sus pavos reales. Spasavic, devoto de san Isidoro de Sevilla, empezó a desentrañar los orígenes de la palabra maragato (mercator); como la curiosidad es infinita como la retranca ucraniana, Ocramalliv le preguntó de dónde salía rastreator, palabra volandera del rastro. Entre las risas del cortejo ultramarino, el erudito se fue a buscar a su padre y Tinofc se fue al encuentro de la cuadrilla de mus.
El sol membrillero se deslizaba por los tejados para iluminar la hojarasca de este otoño frío.
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