Los
libros de la gresca: el tomo 1, parcialmente intonso (de Gromov) y el tomo 2, en
rama (de Larsen) |
[Hay un gran revuelo en el Rastro, pues ya hace rato que han
arrojado al suelo unos cuantos cestos de vendimia atiborrados de libros y los
seres ultramarinos, expectantes, se sumergen caóticamente en sus profundidades
abisales buscando escondidos tesoros.]
INTONSO Y EN RAMA
Gromov [al vendedor, exhibiendo los pliegos
sin cortar de un tomo de cuentos españoles de los años 40]: Oye, este libro has de dármelo barato, que tiene las hojas
pegadas.
Larsen: ¡Qué bestia parda eres, Gromov! Estás haciendo
una tara de lo que es en realidad un mérito del libro: el que nunca haya sido
leído.
Gromov [picado]: ¿Y tú por qué metes? De sobra sé que no está defectuoso, pero ¿acaso
dije yo algo hace un rato cuando ante
mis narices, que yo lo vi, pillaste el tomo 2 de este que tengo yo? Sí, pedazo de hipocritón, un ejemplar que estaba en
rama, pero no descuadernado, como dijiste para depreciarlo y llevártelo barato
con el resto del lote. Pero si está claro: tú, lo que quieres, es mi tomo para
completar la obra.
Amanuense [conciliador]: Haya paz. A ver, Larsen,
déjame ver.
Larsen [pasándole su ejemplar]: No había oído nunca eso de “en rama”.
Amanuense: Porque has manejado poco catálogo.
“En rama” es el libro sin las tapas, sólo el cuerpo, el “tocho” para que me entiendas. Y no tiene relación con las
ramas de los árboles. Tiene que ver con la rama que, en tipografía, era el marco
que ciñe la plancha para imprimirla. Viene del alemán rahmen (Gutenberg y tal, ya sabéis).
Gromov [enteradillo]: Eso es; por ejemplo,
justo antes de la Guerra Civil muchos ejemplares quedaron sin encuadernar
debido al devenir de los acontecimientos, y así se quedaron. Y otro caso es
cuando el Concilio Vaticano II proscribió el latín de las iglesias, y a muchos
misales ya impresos no se les llegaron a poner las carísimas cubiertas de cuero
al haber quedado obsoletos e invendibles (salvo en mercadillos, que todavía se
encuentran así).
Amanuense [devolviendo su tomo a Larsen]: A ver
el tuyo, Gromov [lo coge y trata de
leer entre hojas contiguas del libro insertando los dedos índice y corazón] ¿Y
sabéis cómo se llaman este tipo de ediciones con las hojas sin cortar?
Tinofc [que hasta ahora ha estado a lo suyo,
aprovechando el río revuelto]: Son
libros intonsos. Yo tengo algunos de
poesía editados expresamente así. Antiguamente había una herramienta, llamada
plegadera, tanto para doblar como cortar los cuadernillos. Recuerdo a Anna Karénina
leyendo novelas francesas en el tren de Moscú a San Petersburgo, separando ansiosamente
las hojas y usando la plegadera como marcapáginas mientras se entrevista con
Vronski en una parada…
Amanuense: Las más apreciadas eran de hueso,
pero luego se emplearon abrecartas de metal, y más modernamente carnets, tarjetas de
crédito o similares. Eso cuando no hay algún bibliodepredador que usa el canto
de la mano o lo primero que pilla…
Tinofc: Bueno, lo que dices es mejor que usar la guillotina a destajo para desvirar
los salientes… Pero, como bien señaló Larsen, el que un libro esté sin abrir es
una prueba de lectura, o más bien, de no lectura. De hecho hay quienes los
dejan así, intonsos, como preservando su virginidad…
Gromov: Es verdad, en mi tomo se ve que algunos cuentos han sido leídos
y otros no. Por cierto, “tomo” e “intonso”, ¿no tienen alguna relación con
“cortar”? “Intonso” parece tener la misma raíz que la tonsura que se hacía a
curas y frailes, y que el toisón, que era una piel de vellón “atusada” como
trofeo o distinción. Además, recuerdo que, en tiempos de Cervantes, se llamaba
intonso (poeta, soldado, etc.) al que “ aún no tenía un corte”, o sea, al ahora
llamamos novato. Y “tomo” es como una parte cortada de algo…
Amanuense: Muy cierto. Ambas palabras tienen
relación, pero por distintas vías: “tomo” viene del griego temno, que significa literalmente “yo corto”. E “intonso” proviene
del latín tundere que significa
cortar, trasquilar. Los novicios y legos no iban tonsurados, llevaban la cabeza
rasurada a lo motilón. Y en la ceremonia de ordenación o de hacerse monjes o
frailes, el obispo o quien fuese les cortaba distintos mechones según los
grados.
Tinofc: ¿Qué es eso de motilón?
Gromov: Esa me la sé, también está en
Cervantes. Es un corte de pelo como el de los antiguos indios motilones: el
típico corte todo igual alrededor de la cabeza, que modernamente se llamó “de
bacinilla”, vamos. En el Quijote hay
un divertidísimo cuento de una viuda que se amanceba con un mozo motilón, y
cuando la recriminan por lo gañán que es, la muy indina replica que, para lo
que ella lo quiere, bien le vale así.
Larsen: Pero bueno, eso de la tonsura es
cosa del pasado, ¿No?
Amanuense: Sí, antaño tenía un significado
místico, se dice que incluso derivado de los druidas o del paganismo. En El Monje, una novela gótica de Mattew G.
Lewis que se desarrolla en España, el depravado fray Ambrosio es despeñado en
un acantilado por un diablo en forma de un águila que le clava sus garras en la
calva de la tonsura…
Tinofc [al Amanuense]: Pues tú, ten cuidado, porque todos los de la cofradía tenemos
buena mata de pelo. Sólo “fray Amanuense” parece tonsurado…
Amanuense [risueño]: A ver si os va a pasar lo que a Sansón… [A Larsen y Gromov] Bueno,
y entonces qué: ¿os quedáis cada uno con un tomo?
Larsen: Sí, y yo me voy pitando, que me espera mi Dalila, no sea que me rape.
Gromov: Pues yo, ya sabéis, “el buey suelto
bien se lame”. De todas formas, mi tomo es el de la cuentística medieval, que es la que más me interesa.
Tinofc: Ya, “dijo la zorra a las uvas”…
Intonso, por H.-A. Zo Tonsura, del Bonanni
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[De la fonoteca ignota del eximio Spasavic]
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