El entierro de Grisóstomo. Acuarela de Tussell según un grabado de Doré |
El suicida
Grisóstomo (“Boca de Oro”) invoca con tintes sombríos a diversos animales y a
las fuerzas de la naturaleza en unos versos desesperados por el desamor de la
pastora Marcela. Es éste un “testamento traicionado” que el albacea Anselmo tenía
orden de quemar, pero que fue salvado por Vivaldo in extremis y leído ante los concurrentes, Don Quijote incluido.
El
rugir del león, del lobo fiero
el
temeroso aullido, el silbo horrendo
de
escamosa serpiente, el espantable
baladro
de algún monstruo, el agorero
graznar
de la corneja, y el estruendo
del
viento contrastado en mar instable;
del
ya vencido toro el implacable
bramido,
y de la viuda tortolilla
el
sentible arrullar; el triste canto
del
envidiado búho, con el llanto
de
toda la infernal negra cuadrilla,
salgan
con la doliente ánima fuera,
mezclados
en un son, de tal manera
que
se confundan los sentidos todos,
pues
la pena cruel que en mí se halla
para
contalle pide nuevos modos.
Probablemente sea
esta la concentración bestiaria más nutrida en la obra cervantina, pues además
de los antedichos animales, en otra estancia se alude también poco después a
la venenosa
muchedumbre
de fieras que
alimenta el libio llano
y también pide el
desventurado Grisóstomo que
Ticio
traya su buitre
y apostrofa a
las
hermanas que trabajan tanto
Y el
portero infernal de los tres rostros,
con
otras mil quimeras y mil monstros
Todo eso, antes de
que aparezca el
fiero
basilisco de estas montañas
en la persona de
la desdeñosa Marcela.
[Gromov]
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