28 de octubre de 2014

La solitudine letteraria


Solitudine, de Luca Tesconi


Presentación de LOS ESQUINADOS
Cervantes, que tantas peripecias vivió (soldado en Lepanto, cautivo en Argel, comisario de abastos de la Armada Invencible por media España…), es considerado el creador de la novela moderna, en la que vertió buena parte de su experiencia autobiográfica. A menudo también utilizó su bagaje vital como magnífico prologuista que fue: es célebre su autorretrato literario al comienzo de las Novelas Ejemplares y sublime en su brevedad la casi agónica despedida del lector al inicio del Persiles. Y también en primera persona el autor del Quijote manifestó en sus páginas que si algún trabajo le había costado el componer la historia del famoso caballero, ninguno tuvo por mayor que hacer su prefacio. Hasta el punto de que hubiera querido presentar la obra “monda y desnuda, sin el ornato de prólogo […] y elogios que al principio de los libros suelen ponerse”.

Tal declaración de intenciones, aunque bien pudiera ser un recurso literario, pone de manifiesto la dificultad que entraña hacer cualquier introducción. Por eso llama la atención el que, a veces desde las mismas líneas de algún prólogo, se sugiera saltárselo impunemente para ir al meollo, al texto principal. Incluso, en ocasiones, no es sólo el prólogo el que se postula como prescindible. Así Montaigne, en unas breves palabras previas a sus Ensayos y dirigidas a su potencial público, le invita audazmente a dejar de mano su obra y a despedirse de él. Pero claro, la llaneza de dicha invitación tiene el efecto contrario e íntimamente deseado de que todo lo escrito (prólogo incluido) sea leído de cabo a rabo.

Por si alguien no se animase a hacerlo con Los Esquinados (compilación que lleva el atractivo subtítulo de Cuentos de Solitarios) defiendo en sus líneas preliminares que la narrativa breve es el género idóneo con la soledad como motivo literario. Pero sea o no cierta dicha tesis, me gustaría que al menos las palabras de esta presentación sirvieran para acompañar de una audiencia benevolente a los cuentos de
José Miguel López Astilleros,
Nacho Abad,
Mario Paz González,
Bruno Marcos,
Antonio Toribios
y
Manuel A. Rodríguez.
Como incitación a su lectura pero sin destripar sus argumentos (o sin hacer spoiler, como exige la modernez), quiero compartir algunos de sus momentos e imágenes que, uno no sabe bien porqué, se han quedado grabados en mi memoria:
- Un montón de libros viejos del rastro entre los que un bibliómano rebusca ávidamente;
- Un parking lleno de coches abandonados por sus suicidas conductores;
- Unos versos recitados a media luz en la trastienda de una librería;
- Una mano cortada yacente en plena calle;
- Unos cristales escarchados de la ventana en la que un niño demiurgo crea mundos;

- Una librería de lance visitada asidua e interesadamente por un extraño viejo…

En esta simpática almoneda, donde he pasado a solas unas cuantas tardes a mi sabor y que ha sido teatro de improbables aventuras aparecidas en algunas de las publicaciones de Manual de Ultramarinos, quiero dar las gracias a sus impulsores por haber contado conmigo en esta ocasión y ya cedo la palabra a los autores de Los Esquinados aquí presentes.

[Miguel Martínez Panero]

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