La embajada de los ultramarinos a Gromov |
No decaía la inagotable lluvia con el paso del tiempo, y por ello una inmensa frustración,
compañera de glacial aburrimiento, habíase enseñoreado de los ultramarinos. Y todos
estaban agobiados por tan insufrible pesar que apenas les palpitaba el corazón
en el pecho. El Factotum, en dolor sumido, iba de un lado para otro y convocaba
en voz baja a los desilusionados rastreros, que aunque diligentes, acudían
afligidos a su llamada. Levantóse entonces el caudillo y, despidiendo hondos
suspiros, les habló de esta suerte.
LARSEN: Oh amigos, en grave infortunio envolvióme
Zeus Cronida. ¡Cruel! Este pertinaz aguacero, que vacía el Rastro una y otra vez, justo castigo es por lo mal que procedí, no lo niego, con
el botín del enojado Gromov, aunque gran empeño puso Tinofc en disuadirme de
tal acción. Pero venció mi ánimo fogoso y así menosprecié a un fortísimo varón
honrado por los dioses, arrebatándole la recompensa que todavía retengo. Mas
veamos todavía si podremos aplacar su cólera con muchedumbre de
espléndidos presentes y dulces palabras.
Contestó Ocramalliv, caballero gerenio.
TINOFC: ¡Gloriosísimo Larsen! ¡Pastor de hombres! Que
esclarecidos varones cuanto antes vayan a rogar su vuelta a la tienda del Eslavo.
Si quieres, yo mismo iré junto con el divinal Amanuense. Y rogad a Zeus Cronida
que se apiade de nosotros.
Fuéronse éstos por la orilla y rogaban que les resultara fácil
llevar la persuasión al altivo espíritu del Ruso, a quien hallaron en su tienda
solazándose con una hermosa lira. Entraron precedidos por el asendereado
Amanuense, y se detuvieron delante del héroe. Gromov, atónito, se alzó del
asiento y díjoles con suaves y concertadas palabras.
GROMOV: ¡Salud, amigos que llegáis! Mal deben estar
las cosas cuando venís vosotros, que sois para mí, aunque esté irritado, los
más queridos de los ultramarinos todos.
AMANUENSE: Gromov, ¡ea!, levántate si deseas, aunque
tarde, salvar a los ultramarinos, que yacen de inacción. Cede ya y depón la
funesta cólera; pues Larsen te ofrece dignos presentes si renuncias a ella. A tí
mismo te ha de pesar si no lo haces, pues no puede repararse el mal una vez
causado. Y, si el Factótum y sus regalos te son odiosos, cuanto menos apiádate
del resto de ultramarinos, que, atribulados como están, te venerarán como a un
dios y conseguirás entre ellos inmensa gloria.
Respondióle Gromov, el de la lengua ligera.
GROMOV: ¡Amanuense, fecundo en ardides! Preciso es
que os manifieste lo que pienso hacer para que dejéis de importunarme. Me es
tan odioso como las puertas de Hades quien piensa una cosa y manifiesta otra.
Diré, pues, lo que me parece mejor. Creo que ni Larsen ni los demás ultramarinos
lograrán convencerme. Mañana, después de ofrecer sacrificios a Zeus y a los
demás dioses, me iré para no volver, pues se me ha insultado y disputado mi
recompensa. Decidlo públicamente, os lo encargo, para que los ultramarinos se
indignen, si con su habitual impudencia el Factotum pretendiese engañar a algún
otro. No se atreverá, por desvergonzado que sea, a mirarme cara a cara; con él
no deliberaré ni haré cosa alguna, y, si me engañó y ofendió, ya no me
embaucará más con sus palabras; séale esto bastante y corra tranquilo a su
perdición, puesto que el próvido Zeus le ha quitado la razón.
TINOFC: Si eso piensas, Gromov preclaro, porque la
ira reconcome tu corazón, una cosa voy a
decirte, que grabarás en tu memoria: las parcas pueden llevarte al fin de una
de estas dos maneras: si te quedas aquí y te vuelves a unir a nosotros, tu
gloria será inmortal; en cambio, si nos dejas, perderás la ínclita fama, aunque
tu vida será larga y oscura.
Negra nube de pesar envolvió a Gromov, cuyo gran corazón
deshacíase en suspiros y a quien su ánimo no incitaba a vivir ni a permanecer lejos
de los ultramarinos, en la sombra. Por ello, a su pesar, regresó junto a
Larsen, a quien habló así.
GROMOV: ¡Factotum! Mejor hubiera sido para entrambos continuar unidos que
sostener, con el corazón angustiado, roedora disputa por el maldito botín. Me
figuro que los ultramarinos se acordarán largo tiempo de nuestra contienda. Mas
dejemos lo pasado, aunque nos hallemos afligidos, puesto que es preciso
refrenar el furor del pecho. Desde ahora depongo la cólera, que no sería
razonable estar siempre irritado.
Así habló; y los ultramarinos holgáronse de que el magnánimo Eslavo
sosegara su resentimiento. Y Larsen señero, les dijo desde su asiento.
LARSEN: ¡Oh, amigos! Bueno será que me escuchéis sin
interrumpirme. Yo no soy el culpable de nuestra querella, sino la Parca, que
vaga en las tinieblas y que hizo padecer a mi alma cruel ofuscación el día en
que le arrebaté a Gromov la funesta recompensa. Pero ya que falté y Zeus me
hizo perder el juicio, quiero aplacarte, Ruso, con presentes capaces de
apaciguar tu ánimo.
TINOFC [conciliador, tras la tormenta]: Sea. Bajo este arco que Iris, mensajera de los dioses, despliega
ante nosotros, celebremos un espléndido banquete de reconciliación para que
nada falte de lo que se debe. Y, en fin, ambos en adelante procurad tener en el
pecho un ánimo benigno y ser los más justos ultramarinos, pues es más fácil
reprender que apaciguar.
[Aristarco Spasavic, con la ayuda de Segalà]
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