El Rastro, otoño de 2014 |
Con una suave garúa nos presentamos en Reto donde los hiperbóreos, encabezados por un moderado Gromov, discutían con Trabalenguas. ”Aléjate de aquí, a ti no te voy a vender nada. Deja ese libro que has cogido; no te rías que te lo digo en serio. Te tenemos ya fichado en este puesto”
El Enciclopedista tomó la palabra para enunciar el principio de Terra nulius: "La tierra no es de nadie ni siquiera de quien la ve, solamente del primero que pone su pie en ella. Por tanto tú puedes haber visto un libro pero si te lo coje otro a callarse".
Del subsuelo emergía Tinofc con una colección de libros de la Revista de Occidente, Caminos de mi sangre (Adonais) de Cremer y una Antología de poetas de la Cepeda. Larsen se conformó con una cinta de casete de Ramoncín y unas prosas escogidas de Machado. La poesía de M. Hernández se fue con el divino impaciente que, por si acaso, no se atrevió ni a regatear el precio tuneado.
Bajamos hacia la chatarrería hablando de lo de siempre: la vida.
“Voy a pedir Somos libros de Iwasaki, si os interesa os pido uno”, así de generoso se mostraba el calambrinas. El ruso le preguntó: "Barrabás ¿con qué librería de Sevilla te tratas, con los terceros?
“Yo, sólo con don Linares de Renacimiento".
Hablaron del gran poema de Sarrión, A los libros de mi biblioteca, que colgó el polaco en el blog; éste nos recomendó que leyésemos los tres volúmenes de sus diarios que hablaban de nosotros. El hiperbóreo Dios cadáver nos enseñó Ayer no más, comprado en Cadórniga a Bolaño. Contó que le interesaba porque estaba ambientado aquí, y creía que el niño de la portada era el poeta de Manzaneda. Le faltó tiempo al bouquinista Tinofc para sacar la tablet y le enseñó al estepario en pdf la novela y los diarios del vanidoso y humilde defensor de la Constitución española. A Gromov se la cayó al suelo el mito del polaco, el ultimo bastión del libro de papel. “Los libros me ocupan mucho espacio, y total para no leerlos prefiero tenerlos en digital.” Así se disculpaba Tinofc.
En el delta el ruso nos sorprendió a todos con una lismonera de los pícaros; tenía un cordón corredizo que desplegaba un acordeón de cuero con música de calderilla. Pagó un ejemplar de Santoyo sobre la traducción medieval. De un saco de patatas se escapaban varios ejemplares de La Raya, un viaje a la frontera hispano-portuguesa (editorial Lobo Sapiens). Todos los libros los compró el editor de la bici –imitando la estrategia ferial de Gomov- para regalárselos a los amigos de la tertulia de los viernes. "Pero, ¡ alma de cántaro, qué te han hecho los amigos para que les regales eso?", dixit el estepario.
Llegó el astronauta Amanuense acompañado del capitán Spok, la facción hiperbórea empezó a poner pegas a Eddi Poe, el cuento del escribano trabado en la tradición del manuscrito encontrado. El ruso le pedía unas fotocopias del epistolario donde sale el escritor de Nevermore citando un poema de Fray Luis de León. "Sólo para salvar mi incredulidad".
Con la lengua suelta, Mimi de Montparnasse empezó a largar su aventura en la Feria de Libros de Salamanca (donde hizo acopio de unos cuantos libros de Satué sobre los carteles de la República para retroalimentar el vicio de lo barato) y su comida con los libreros. Tinofc, que ya sólo cree en los libreros de toda la vida, le preguntaba por el menú y las conversaciones de sobremesa. El ruso no quiso hablar de los 5 euros que les costó el menú (4 con el carnet universitario), ni tampoco del libro de Carriedo que le regalaron ni de los Rastros y librerías de Canarias (el almacén de la península,- según el Amanuense), ni del museo modernista con clientes preferentes. No quiso hablar de nada y lo contó todo. "Una vez al mes al trapisonda se le puede aguantar, no más", sentenció el polaco mientras cargaba su Smith & Wesson.
En Mitad del paseo de la Guindalera se nos apareció el poeta de la intemperie con su sermón literario dominical: "Acabo de hablar con los herederos de JRJ para agradecerles los ejemplares que me mandaron de la revista Índice del poeta de Moguer”. No sabemos como salió el tema de los cuentista de aquí, pero el poeta sólo reconoció la maestría de Pereira y Jiménez lozano. El tarambano del trapero le preguntó por Merino y él miraba para un lado y para otro y se reía como la raposa.
El Amanuense aprovechó una pausa del canónigo para recordar una historia de su abuela donde aparecía el niño Toñín Pereira representando una obra de teatro ante el obispo de Mondoñedo. El Trapero reconoció algún eco de lo oído en los cuentos El toque del obispo y en la Fábula con obispo y niño.
Debido a la persistente llovizna que nos calaba más que las palabras nos cobijamos bajo el palio de un puesto de zapatillas barojianas. Allí empezamos la despedida con unos versos de Ullán que con solemnidad recitó el Alfranquino: “Virtud de no estar nunca lo suficiente en cualquier parte”. Se fue con las manos entrelazadas sobre la sudadera de la Cultural. Vimos como unos pasos más allá se cruzó con el conde Lucanor que en su paso se balanceaba toda el Imperio Astrohúngaro. Lucía una chaqueta azul marino adornada con unas charreteras de flecos dorados confeccionada en los talleres Hijo de Lesmes y una bufanda azul metileno de Fruela. Bendita bohemia.
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