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Hay veces que el tiempo no es caótico, sino que parece guardar cierta ley matemática.
Hace dos meses, el poeta José Luis Puerto hablaba en la Biblioteca Pública de León sobre el centenario de la primera edición de Platero y yo.
Hace dos semanas, en conciliábulo con alguno de los ultramarinos del Rastro, nos confesaba que él mismo había hecho una edición de la obra y nos llamaba la atención sobre las más pulcras aparecidas hasta la fecha.
Y hace dos días, en AstorgaRedAcción, se lamentaba de cómo el "evento" está pasando sin pena ni gloria mediático-institucional.
Un par de días atrás más, el 12 de diciembre, pero de hace un siglo, tal como reza el colofón editorial, salía de la imprenta, trotando, el burrito de ojos de azabache y pelaje de algodón (hasta aquí, al menos, hemos leído todos).
Ha querido la casualidad que esta tarde hayamos podido encontrar el libro que encabeza estas líneas, que no es tan de campanillas como el que hoy anuncia Trapiello (prologado por él, claro), tras el que andábamos hace tiempo. Es una modesta edición escolar de Francisco López Estrada, ya descatalogada hace años, pero que trae cantidad de paratextos interesantes.
No está ilustrada, aunque adjunta un facsímil de la portada de Calleja de 1917, la edición que se considera completa y en la que se basa, compuesta por 138 capitulillos. La leyenda griega «πετροσ ελινον», emblema de austeridad, significa "perejil silvestre", como he descubierto en este interesante catálogo.
[El penúltimo novísimo & Gromov, con un recuerdo para nuestro profesor Isidro (alias "Mortadelo"), que nos leyó los primeros capítulos]
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