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Algunos ultramarinos dicen que coincidieron con él este domingo camino
de los Traperos de Emaús (¿o era Reto?). Les fue hablando un trecho y ellos no lo reconocieron, ya que iba embutido en varias capas de lana y termolactil, pero luego se dieron
cuenta de quién era por su gesto ansioso al cortar el precinto de una caja. En
ese mismo momento desapareció. –"¿No ardían nuestros corazones cuando se dirigió
a nosotros?"–, se decían los interpelados por la evanescente aparición.
Pamplinas. Yo sigo sin haberle visto y conmigo no se ha
comunicado ni su ectoplasma, aunque he tratado de contactar con él hasta con
güija. La única prueba de vida de la que tengo noticia es otra dudosa foto del
interfecto, esta vez arrellanado en su cubículo. Si se trata de una instantánea
tomada tras su enfermedad, la crisis ha debido de ser fuerte. Nótese su
posición decúbito supina, tirando a fetal, y cómo oculta su rostro a lo
avestruz: de este modo pretende repeler cualquier influencia
maligna del mundo exterior. Como El Idiota
de Dostoievski tras sus ataques epilépticos, su mente parece haberse
lobotomizado y vuelto a un estado evolutivo inferior, cuasi animal. El doctor
Oliver Sacks haría bien en estudiarlo como un nuevo capítulo de sus Despertares. Seguiremos su evolución.
[Martes foina]
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