Otra mañana de domingo, poco antes de
la diáspora estival, hojeando un montículo de libros del año de la tana.
Amanuense [encorvado, mientras rebusca]: Me gusta esa sección del blog que
lleva por título “Los sedimentos del delta”, o algo así. Me refiero a la que
simplemente presenta las cubiertas de decenas de libros desportillados como
estos, cada uno de su padre y de su madre, que han desembocado juntos aquí, en
el Rastro.
Larsen: “Los restos del naufragio” se llama.
Amanuense: Eso. Una vez me puse a mirar por
curiosidad, y la mayoría de ellos no están ni en la Biblioteca Nacional.
Tinofc: Gromov, ya que tanto te aburres
podías contarlos y catalogarlos, seguro que hasta ahora van unos cuantos
cientos, o incluso miles.
Gromov: Polaco, yo sólo me aburro contigo. Hazlo tú, si te parece.
Tinofc: No me gusta la bibliometría, que
trata a los libros como los entomólogos a los insectos. Los cuantifica, los clasifica, los tipifica, los ficha,… y
les da igual su alma. Si me apuras, hasta la propia biblioteconomía me repatea. Y casi la bibliofilia también.
Amanuense: Entonces te aconsejo que leas la Carta sobre el Comercio de Libros de
Diderot. Es muy ilustrativa.
Tinofc: Prefiero El Sobrino de Rameau, con unos diálogos tan chispeantes que a su lado los de Spasavic palidecen.
Larsen: Esos libros fotografiados aquí domingo
tras domingo no han sido leídos nunca, para el caso es como si no existieran. Son
como el sonido de un árbol al caer en un bosque solitario: nadie lo oye.
Gromov: Pues por esa misma razón, tales
ejemplares no son objeto de la bibliometría. Esta ciencia (o lo que sea) se
interesa principalmente por computar citas recibidas, calcular lo que se llama
“índices de impacto”. Y ya me diréis qué repercusión puede tener o haber tenido
un libro [agarra uno de un montón y lo ojea] de 1924 titulado La Caída de Lucifer y la Cojera de Vulcano.
Su interés es meramente anecdótico.
Amanuense: Puestos así, esos mismos estándares
se pueden aplicar a blogs como el nuestro.
Gromov: Efectivamente, tal cual, dejadme que
os explique. Uno de esos factores de impacto de los que hablaba es el índice h (inicial del que lo inventó hace unos
años, un tal Hirsch). Resulta que un autor tiene un índice h, pongamos, de 7, si ha conseguido que 7 de sus publicaciones
tengan al menos 7 citas cada una. Podrá tener muchas más publicaciones, por
supuesto, pero menos citadas. Y así, ese número mágico da la idea de su
difusión.
Tinofc: Vaya coñazo; lo que decía, la
bibliometría que se vaya al carajo. Sin embargo, a ti te veo muy puesto en esas zarandajas.
Gromov: A lo que voy: el mismo esquema se
puede aplicar a un blog. Su índice será h
si tiene h posts leídos cada uno por al
menos h personas (para ser rigurosos,
deberían estar enlazados, pero bueno, por simplicidad lo dejaremos sólo en
leídos).
Larsen: Pues nosotros cumplimos 2000 posts
no hace mucho.
Amanuense: Entonces, si lo he entendido bien, Manual
de Ultramarinos (el blog) podría tener, al menos en teoría, un índice h de 2000, si cada entrada hubiera recibido
2000 visitas.
Larsen: Eso es una utopía. La entrada más popular
tendrá unas 300, para que te hagas una idea.
Tinofc: ¿Y esto a quién le interesa? Yo,
cuando en la tele dan los índices de audiencia y en la radio las oleadas del
EGM, cambio de canal.
Gromov: A mí me interesa, y supongo que a
alguno más de los aquí presentes. Pues que sepáis que Blogger pertenece desde hace un tiempo a
Google, que es mucho más que un buscador. Y hay una herramienta, Google Analytics, que permite obtener el índice h de un blog. Hay que decirle al webmaster que lo calcule.
Larsen: No hace falta tanta sofisticación [señala con el índice al Amanuense, al Polaco, a Gromov y a sí mismo mientras cuenta en voz alta]: 1, 2, 3 y 4. No creo que ese dichoso índice suba mucho de este número.
[Scientiometric Spasavic]
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