Mi padre y yo le llamábamos "el bibliófilo" porque siempre lo veíamos cargado de bolsas de papel viejo hasta los topes (estoy hablando de hace veinticinco años atrás o más). Nunca supimos quien era, aunque vivía en nuestra propia calle o sus aledaños. E inopinadamente, hace poco, supe todo cuanto desconocía y, de propina, también me enteré qué fue de su biblioteca:
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