Cumplidamente acudieron los ultramarinos, y sus invitados, al restaurante
campestre de Javier Emperador a despedir la temporada y a recibir el verano entre
los trinos de los pájaros y el murmullo del arroyo, que no mueve ya molino, como
ellos quieren, el molino del tiempo parado.
Los pequeños amorcillos hechos estatua por los barandales, las flores y plantas
cuidadas con un punto de silvestres y toda la colección de cosas rescatadas por
Emperador del pasado, todo tan como la chamarilería de Cantareros pero en el
campo, nuestro palacio de verano. Allí, al molino parado mas donde el agua fluye,
repleto de objetos viejos salvados de la fuga irreparable, fuéronse los poetas
caudales, los medianos y más chicos, de las generaciones todas, y lo cuentistas,
prosistas, los del rastro y los lectores buenos y los amigos y familiares. Desde la
ultramarina más pequeña, niña hermosa de dos años, hasta el ultramarino de más
edad que no sabemos ni contamos cuál ha de ser, todos, al amor de las letras y al
fulgor de la sombra buena del locus amoenus nuestro, presentamos las novedades
estas. Primero la aventura de ese escarabajo Mortisaga, que al comerse libros, de
biblioteca en biblioteca, nos cuenta cómo es aquello que ingiere. Después la obra
de teatro primera que malabia edita, ‘Et in Arcadia ego’, de autoría del que esto
escribe, con recitado emocionante ‘in crescendo' de la escena cuarta a cargo del
mago Pascal, que casi nos llevó al llanto. Luego el gran poeta Puerto presentó,
magistralmente, los poemas de Luis Santana, que los leyó después dejando en el
aire la pureza etérea del lenguaje. Finalmente el cada vez más fino editor malabia
anunció el regalo de la edición impresa en papel de autores muertos del pregón de
la Feria del Libro del presente año, obra de Tomás Sánchez Santiago.
Salimos al patio donde se procedió a la firma de ejemplares con pura orfebrería en
el género dedicatorio. Mientras se preparaba la larga mesa de comensales de los
de la asociación secreta donde comerían luego. Ya a los postres llegó, directo
desde la capital del reino, llenó de energías el editor Eólo, todo alegre de vernos y
poder hallarnos. Con grandes abrazos se le recibió y con un brindis sellamos la
amistad del libro. Nos relató prolijo su aparatoso viaje acelerado por coincidir con
nosotros y las varias paradas y entrevistas que le hicieron los de la benemérita,
asegurando uno de los agentes conocerle por el estribillo de una de sus canciones
famosas. No trajo este el crucifijo que adquirió la vez anterior en Cantareros con el
que aseguró asistir a todas las cosas nuestras pero, en su defecto, prometió
concedernos caseta ultramarina en la feria del libro nueva.
Y así, después de casi ocho horas juntos, nos despedimos después de abrazarnos
mucho, con los libros nuevos en la alforja y la cabeza bullente de buenas letras y
con flotantes sueños de editar cosas preciosas.
[el cuervo]
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