«Del bibliófilo al bibliómano no hay más que una crisis (…) El
bibliófilo sabe elegir los libros; el bibliómano los amontona. El
bibliófilo añade un libro a otro tras someterlo a todas las indagaciones
de los sentidos y la inteligencia; el bibliómano apila los libros sin
mirarlos siquiera. El bibliófilo aprecia el libro; el bibliómano lo pesa
o lo mide. El bibliófilo procede con lupa; el bibliómano, con vara. Sé
de unos cuantos que miden la expansión de su biblioteca en metros
cuadrados.»
[Me lo llevo, G.]
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