«Fui “concebido” en el Café Románico de Berlín, y luego me criaron en sus mesas de mármol, donde tras cada café se le servía un aguardiente a Pegaso y un joven periodista de nombre Joseph Goebbels se postraba a los pies de la elite intelectual berlinesa, memorizando chistes judíos para poder contárselos un día a otros intelectuales», dice un párrafo del libro.
En la capital francesa se casa con su amiga vienesa y en 1939 entra, con visado falso, en la República Dominicana («donde aún admiten a los judíos»), a donde llega a bordo del Bretagne, no sin antes ser paseado por todo el Caribe. Allí, Peter Fürst, que pasa a llamarse don Pedro, trabaja durante siete años en los arrozales, armado y a caballo, antes de recibir la noticia, en 1946, de que se le concede el visado para entrar en Estados Unidos.
En la gran enciclopedia de aquellos que «fueron honrosamente expulsados de Alemania» figurarán sin duda las ilustrativas memorias de don Pedro. Dotado de una profunda vena humorística, este periodista deportivo nacido en Berlín en 1910 escribe un libro de memorias, provisto del más punzante humor berlinés, sobre un tiempo que no se destacó precisamente por los blancos tonos del atuendo del tenista.
[El Replicante D]
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