Curtis Garland.
Una leyenda de la novela popular española
Artículo publicado en la revista Quimera,
en octubre de 2009. Robert Juan-Cantavella
A lo largo de más de cincuenta años ha inventado cientos de duelos al sol y asesinatos envueltos en la densa bruma de oscuros callejones, viajeros del espacio y del tiempo, aventureros sin miedo, policías sin escrúpulos, damas sin piedad, niñas poseídas por el Diablo, ninfómanas que llegan a dominar la Tierra, extraterrestres que la destruyen, héroes que la salvan, soldados que la protegen y habitaciones de hotel en cuyos ceniceros siempre queda un cigarro humeante que permite seguir la pista (todo convenientemente reflejado en unas portadas deliciosas cuyos artistas merecerían artículo aparte). Y es que hablar de Curtis Garland es hablar de largas listas, de listas que a veces resulta imposible completar. Empezando por su nombre de guerra. Curtis Garland es el pseudónimo más célebre de Juan Gallardo Muñoz, pero no el único. Lista de pseudónimos: Donald Curtis, Adisson Star, Dan Kirby, Elliot Turner, Frank Logan, Glenn Forrester, Juan Viñas, Jason Monroe, Javier, Javier de Juan, John (o J., o Johnny) Garland, Kent Davis, Lester Madox, Mark Savage, Martha Cendy, Jason Monroe, Walt Sheridan. Lista de géneros literarios con los que ha trabajado y sigue trabajando: Policíaco, Negro, Bélico, del Oeste, Ciencia-Ficción, Terror, Aventuras, Artes Marciales, Erótico, Biografía, género Best Seller. Lista de oficios: periodista, crítico, actor teatral, novelista, autor teatral, guionista de cine, actor de cine, agente comercial. Lista de títulos publicados: [consultados los editores de esta revista sobre la posibilidad de apuntar una lista aproximada, la respuesta ha sido NO], baste comentarle al lector que son más de 2.000 (lo escribiré también en letra, como en los cheques, para que no haya dudas: dos mil), de los cuales, según me confiesa el autor en un bar del Paral·lel, ataviado con cazadora de cuero y gorra de béisbol, desde detrás de sus Ray-Ban oscuras, y cargando jovialmente con sus 80 años, no conserva más que unos pocos ejemplares y algún manuscrito.
Está triste, porque no hace mucho que murió su esposa, Teresa Asensi, a quien recuerda constantemente con muchísimo cariño. Pero también contento, pues su carrera ha dado un nuevo giro. En el año 2007, la editorial Morsa decidió rescatar una de las novelas publicadas en su momento como “bolsilibro”, La noche de América agonizante, confiriéndole una dignidad al texto que no le faltó en su momento, pero que para el autor representa una revalorización de su carrera, y para el lector que no frecuenta las librerías de lance, una oportunidad de conocer su obra menos reciente. Poco tiempo después, el mismo editor, a quien Gallardo se refiere constantemente con respeto, gratitud y una sonrisa, le propuso escribir su autobiografía, y él aceptó. Así nació Yo, Curtis Garland, libro que aquí presentamos.
En parte se trata de un recuento íntimo, donde su esposa Teresa, por ejemplo, juega un papel destacado. Pero es también el relato de una época, y sobre todo de una estirpe de escritores única (Clark Carrados, Frank Caudet, Ralph Barby, Lou Carrigan, Corin Tellado, Eirik Jarber, Marcial Lafuente Estefanía y Mortimer Cody, entre otros), un puñado de autores que, parapetados tras sus pseudónimos, le dieron durante décadas su novela nuestra de cada día a millones de lectores. Gente que ha sido famosa desde el anonimato, que ha vivido pegada a su máquina de escribir incluso durante sus viajes de placer, que ha tenido una vida, dice Gallardo, “relajada”, incluso entregando tres, cuatro, cinco manuscritos al mes, cobrando una miseria por ellos, sufriendo abusos económicos de diverso pelaje, y de vez en cuando gastándose una parte de lo que ganaban en tres días de fiesta, tras los cuales llegaba de nuevo la máquina de escribir. Gallardo se define a él y a los suyos como viejos dinosaurios en un mundo que ya no es el suyo, y que además, bromea en el libro, ni siquiera tienen a su Spielberg.
Sobre su obra habla con tal humildad y modestia, que uno no pensaría estar ante un escritor, tan frecuente como es hoy en día el autor cuyas opiniones sobre sí mismo y su formidable intuición, puestas negro sobre blanco, superarían en páginas la obra publicada. “Mis aficiones cinematográficas iban alternándose con las literarias –cuenta sobre sus inicios–, estas últimas de un modo primario, forzosamente imperfecto y nada original, porque me guiaba por todo lo que leía y, de un modo u otro, terminaba, si no por copiar, sí por seguir rutas ya trilladas.” Pero volvamos con él, y dejémosle al lector estas cavilaciones.
ASESINOS EN EL CAJÓN
Con el fin de la guerra, cumplidos los diez años, su madre regresa de América y se lo lleva a vivir a Zamora. Allí empieza a sentirse fascinado por el cine, una obsesión que ya nunca lo abandonaría, y con 15 años escribe su primera crítica cinematográfica para un suplemento semanal del diario Imperio de Zamora. Muy pronto tendrá su propia columna, “Semana Cinematográfica”, y con la excusa de enviarles sus artículos, empezará a cartearse con grandes artistas del mundo del cine norteamericano. Algunos de los primeros son Judy Garland (a quien con los años le tomaría prestado el apellido), por la película El mago de Oz, y Walt Disney, por la publicación de un texto titulado “Historia del cine de dibujos animados”, que el señor Disney le pide permiso para publicar en inglés. Su afición por el cine de Hollywood viene acompañada de la pasión por las novelas de aventuras de Salgari, Verne, Sabatini y José Mallorquí, creador de El coyote (poco podía imaginar entonces el adolescente Gallardo que iba a convertirse en uno de sus herederos literarios), y más tarde por la literatura policiaca de autores como Rex Scout o Agatha Christie, y por la novela negra de Raymond Chandler o Dashiell Hammett. También le gusta dibujar, y de nuevo sabe sacarle partido, cuando el propietario de un cine de barrio le encarga que dibuje con tinta china una serie de diapositivas en vidrio para proyectar durante el descanso, y anunciar así las próximas películas.
De todas estas aficiones, la primera en cristalizar a nivel profesional es la del periodismo. A los 16 años, muerto su querido abuelo, vuelve con su madre a Barcelona, y al poco encuentra trabajo en la revista Junior Films como cronista de cine y autor de entrevistas. Así es como nace su primer pseudónimo: Juan Viñas. A través de Junior Films, traba amistad con artistas como Fernán Gómez, Tip y Coll, José Isbert, Mary Sampere, José Luis Ozores, Martínez Soria, Batty Grable o George Sanders, que es el primero en animarle a seguir escribiendo cuando le cuenta el argumento de su primera novela. Pero antes de dedicarse en serio a la literatura, y tras dejar el periodismo, Juan Gallardo pasa por el teatro, trabajando como actor en obras como Hamlet, Romeo y Julieta o La vida es sueño, aunque mientras tanto sigue escribiendo, a mano, para enviarle luego los originales a quien en el libro se refiere como su “padre adoptivo”. Éste los mecanografía, los encuaderna y se los devuelve a Gallardo, que durante un tiempo no sabe cómo sacarlos del cajón.
BRUGUERA Y TERESA, EN LA CARRETERA
Llegan los años cincuenta, y con ellos las dos mayores pasiones de nuestro autor: Teresa Asensi, a quien conoce en una pensión de Madrid y que se convertirá en el amor de su vida y su esposa (la protagonista “buena” de sus primeras novelas siempre tenía sus facciones), y la literatura, pues por fin publica su primera novela, La muerte elige, con la editorial Bruguera, que habrá de ser su lanzadera, su casa y su cruz. En cuanto a Teresa Asensi, esta pequeña autobiografía, así como su conversación, está continuamente contrapunteada por declaraciones de amor y devoción, no sólo en lo tocante a la vida privada sino también a la profesional, pues su esposa, además de su apoyo, fue su asesora, su musa, e incluso su ayudante, ya que no sólo juzgaba sus textos sino que le daba ideas, argumentos, títulos. En cuanto a la literatura, se estrenó con el pseudónimo Donald Curtis, tomando el nombre de un personaje de Erle Stanley Gardner, Donald Lam, y el apellido del galán del cine negro Alan Curtis.
De Madrid, Gallardo y Teresa se trasladan a Barcelona, un juego de idas y vueltas que repetirán varias veces a lo largo de su vida. Allí, de nuevo, sus dos pasiones se estabilizan contractualmente al mismo tiempo, pues Juan Gallardo se casa con su amada Teresa, y recibe una oferta para trabajar con Bruguera, escribiendo primero una o dos novelas al mes, y muy pronto una media de cuatro o cinco. Mientras tanto, a todo esto, cumple con la patria y hace la mili.
Su economía en esos tiempos no es muy boyante. Bruguera le paga cuando se publica la novela, no a la entrega del manuscrito. Además, la editorial intenta que los autores no se conozcan. La cuestión de la retribución económica es por aquel entonces un tema muy conflictivo, hasta el punto de que alguno de ellos se entera en un viaje privado de que sus libros y los de sus compañeros están siendo publicados en otros países, en este caso concreto en Brasil, traducidos sin que ellos tengan noticia, y sin cobrar ni un céntimo. Así es que, a mediados de los cincuenta, los problemas económicos llevan a Gallardo a retomar su carrera de actor, de nuevo en género clásico, en una gira por España. Aunque él sigue escribiendo. Muchas veces lo hace hasta en el camerino, al punto de ser amonestado por el director cuando el camerino está demasiado cerca del escenario y el ruido de la máquina de escribir interfiere en la representación. Luego manda el manuscrito por correo. En este ambiente, Gallardo da un paso que, vista su biografía, su inquietud y su talento, parece del todo lógico: añadir a sus múltiples oficios el de autor teatral. Así conoce a Buero Vallejo, y escribe tanto obras propias (El vuelo) como adaptaciones (Alí Babá y los cuarenta ladrones). Mientras tanto, Gallardo llega a representar hasta cinco papeles en la misma obra (en El divino impaciente, en La Pasión de Jesús), e incluso su mujer se inicia como actriz para ayudar en la economía familiar, llegando a representar primeros papeles, y a recibir una oferta por parte de la compañía para profesionalizarse y dar el salto a América, donde la compañía tiene previsto iniciar una nueva gira.
DONALD CURTIS + JOHNNY GARLAND = CURTIS GARLAND
Pero Gallardo y Teresa han tenido una hija, y su esposa decide ahorrarle las penurias de la vida de comediante. Así que otra vez vuelven a Barcelona. Bruguera le ha hecho un nuevo contrato menos leonino, y Gallardo escribe el guión de su primera película, No disparéis contra mí, en la que además representa el papel de juez. Aunque tampoco esta estabilidad dura demasiado. Para completar su sueldo, Gallardo ha empezado a escribir también para Toray con otro pseudónimo, Johnny Garland, lo cual no gusta en Bruguera y le lleva a romper su contrato y dedicarse en exclusiva a su nueva editorial, escribiendo Ciencia-Ficción, novelas bélicas y del Oeste. Tras Toray llega la editorial Rollán (donde escribirá en las series FBI y Gángsters), y en connivencia con el dueño, Manuel Rollán, crea al protagonista de esta autobiografía, que como sucede con Tristram Shandy, no acaba de nacer hasta cuando el libro está ya muy avanzado. En efecto, es al señor Rollán a quien se le ocurre mezclar los pseudónimos que Gallardo ha utilizado en Bruguera (Donald Curtis) y en Toray (Johnny Garland), para dar a luz al celebrado Curtis Garland.
Y otra vez al tren. La nueva editorial está en Madrid, y allí que se trasladan los Gallardo, se hacen socios del Real Madrid, y amigos de Santiago Bernabéu, Gento, Puskas, y Amancio, entre otros. Más tarde, Curtis Garland regresa a Barcelona y a Bruguera, esta vez con un contrato en exclusiva. Las condiciones son mejores que en las dos anteriores, lo cual significa simplemente que cobra en función de los ejemplares impresos, y le pagan las traducciones. Todo un lujo… Además, Gallardo puede ahora alternar las novelas del Oeste, a las que se ha estado dedicando mayormente, con obras para dos nuevas colecciones de Bruguera: “La conquista del espacio” y “Selección Terror”. También continúa con su carrera en el cine (Le llamaban Sacramento, El pez de los ojos dorados), y a un ritmo de cinco novelas al mes, llegan los años setenta, cuando Gallardo y su esposa incorporaron una nueva pasión, la farándula y las juergas nocturnas en locales como L’Envelant, Festa Major, Blue Moon, Tango o Las Vegas.
Con la Transición, aparece un nuevo género en los “bolsilibros”, el pornográfico, poco interesante pero muy bien pagado. Y ahí está Gallardo de nuevo, transmutado para la ocasión en Jason Monroe y Martha Cendy, publicando en un sello creado ad hoc por Bruguera, la editorial Ceres, y donde, dice Gallardo, “colaborábamos los mismos de siempre”.
EL OCASO DE UNA ESTIRPE
Y a o largo de la década siguiente, primero poco a poco pero cada vez de un modo más solvente, aquello empieza a desmoronarse. Cuenta Gallardo que desde que Francisco Bruguera deja la editorial, la empresa empieza a ir de mal en peor. Hasta que todos aquellos currantes de la novela popular se quedan en la calle. Gallardo todavía pasa por la editorial Forum, y más tarde por Astri. También vuelve a trabajar para Toray, con una serie de libros infantiles protagonizados, a la manera de Teo, por Nico y Cleo. Esta vez sí han llegado los tiempos difíciles. En los noventa, la escritura empieza a no rendir lo suficiente, y Gallardo se ve convertido en agente comercial hasta que puede jubilarse. Su mujer está enferma, él escribe títulos como Magia y brujería, Medicina indígena o El libro de los apellidos, más tarde biografías de grandes personajes mexicanos como Zapata, Moctezuma u Octavio Paz para la editorial Dastin de Madrid, luego adaptaciones en clave juvenil de clásicos como Robinson Crusoe,Veinte mil leguas de viaje submarino o El Quijote. “Evidentemente –escribe Gallardo–, nos enfrentábamos, con todas sus consecuencias, a un mundo distinto y peor”.
Es el siglo XXI. Pero él no se da por vencido, y una vez más, sabe reciclarse. En tanto que ha dedicado toda su vida a escribir novelas populares, también llamadas “bolsilibros”, literatura pulp o novelas “de a duro” (o “de las de a duro”, como se las llama en las primeras páginas de la novela de Marsé Últimas tardes con Teresa), Gallardo no ha tenido tiempo para escribir “lo que los que se las dan de entendidos llaman ‘auténtica literatura’”, y decide ponerse a ello. De este nuevo proyecto surgen Negra flor de loto y La clave de los Evangelios (todavía inéditas).
En el año 2008, los acontecimientos vuelven a venir de la mano, pero esta vez en tono siniestro. El 13 de febrero muere su Teresa Asensi tras una larga enfermedad, y Gallardo se enfrenta a los momentos más difíciles de su vida. Ese mismo año publica La conjura (Ediciones B, Barcelona, 2008), firmada de nuevo, a petición de la editorial, por el ínclito Curtis Garland. Nace así un nuevo escritor, o una nueva faceta del mismo escritor, pero de algún modo también muere otro: La conjura, dice Gallardo, es “mi primera novela no popular”.
En realidad, Curtis Garland sigue firmando novelas para su edición en América Latina (la última vez que nos vimos la más reciente era Tú eres el asesino). Como en un infausto elogio a la nostalgia, las condiciones siguen siendo bastante difíciles de justificar en lo económico, cuando no se las tiene que ver con auténticos delincuentes metidos a editores. Pero él, incansable, mira ahora con optimismo y esperanza esta nueva faceta de “escritor serio”, con toda la ironía cargada en las comillas y consciente, como avisa Javier Pérez Andújar en el prólogo a Yo, Curtis Garland, de que el best-seller de tapa dura y título en relieve es la novela popular de nuestro tiempo. Francisco Ledesma, por ejemplo, fue primero Silver Kane, y más tarde premio Planeta.
“¿Hay muchos, capaces de seguir nuestro ritmo de trabajo y convertirse en herederos nuestros?”, pregunta Gallardo mirando atrás con orgullo, y con un recuerdo para sus compañeros en los años heroicos de la novela popular.
No, señor Garland, parece ser que no. Ustedes fueron los últimos.http://asesinocosmico.blogspot.com.es
Para Tinofc, que tiene en su biblioteca más de 100 libros de Curtis
[el trapero]
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