La vida del espíritu, tal y como estaba planeada, se subdividía en “Pensamiento”, “Voluntad” y “Juicio”, las tres actividades básicas de la vida del espíritu, en opinión de la autora. La distinción, establecida en la Edad Media, entre la vida activa del hombre en el mundo y la solitaria vita contemplativa estaba naturalmente presente en su pensamiento, a pesar de que para ella aquel que piensa, quiere y juzga no es alguien contemplativo, apartado por una vocación de monje, sino cualquier hombre que ejerce su capacidad humana de retirarse de vez en cuando a la región invisible del espíritu. Arendt jamás se pronunció abiertamente acerca de si la vida del espíritu era superior a la vida activa (como la habían considerado la Antigüedad y la Edad Media). Sin embargo, no sería excesivo decir que dedicó los últimos años de su vida a esta obra, que ella emprendía como una tarea, la más elevada a la que había sido llamada, que se le imponía como ser vigorosamente pensante». MARY MACCARTHY
[El Replicante D]
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