5 de mayo de 2020

Voyerismo





Felices y sin casa

Aunque el paisaje es limitado, desde una ventana abierta al mundo algo se ve. Más aún si es una ventana indiscreta, hitchconiana. A mediados de abril, en plena reclusión, a las siete de la tarde dos indigentes sentados en el suelo comparten litrona y un chiflo que se han liado. Y charla animada y risas. Despreocupados de virus y de separaciones mínimas, de guantes o de hidrogeles, de cualquier espíritu de alarma. No hay distancia física entre ellos, hay distancia social con los demás. Ya la había.

Ellos, los desposeídos, sin futuro desde hace mucho, son los más tranquilos; ahora los vulnerables somos los demás, los que tenemos algo que perder, siquiera la salud.

Después, mientras uno tira educadamente el tetrabrik en la papelera, el otro se alivia con una micción gloriosa en la pared. Al fin (alguien habrá avisado, sospecho; demasiado vigilante espontáneo) dos policías les dispersan sin problema; dócilmente se han alejado.

Se me ocurre que el Estado, padre protector, les imponga una sanción. Sí, una sanción económica, que tiene mucha gracia en su caso. Multados… ¡por ser más felices!

[JVNT]




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