El Rastro, invierno del 2013 |
El termómetro marcaba menos seis grados y el río escuchaba nuestras conversaciones sobre libros y otras minucias. Dando vueltas al parque el Ilustrado nos esperaba con su abrigo bostoniano y su sombrero de Oxford; con su saber enciclópedico nos habló de los efectos de la helada que con la salida del sol la sensación de frío era mayor. Tiró del refranero popular para ratificar sus teorías en pocas palabras: "Ara todo el año menos en agosto y enero".
Con estas temperaturas no podíamos tener las manos ni los pies quietos. Quitábamos el frio removiendo los libros de las cajas de Reto hasta que un joven enfadado nos lanzó el primer aviso como en el albero: "Hasta que no descarguemos todo no se puede tocar nada". Tinofc dio dos vueltas sobre sí y cuando no lo veían enfiló a Cipriano Mera. Lo pillaron agachado buscando unas novelas negras para la detective de Trobajo. "Pero cómo os tenemos que decir que no se pueden tocar los libros todavía", suplicaba el Canoso.
El vapor de nuestras bocas creaba una neblina que ocultaba Los castillos del meteorólogo. Cuando se abrió la veda nos dimos cuenta que tanta espera y rapapolvos no habían servido de nada. A la hora de pagar, Larsen les pidió disculpas por la impaciencia, el vendedor, con elegancia, nos deseó felices fiestas adelantadas porque no volvería en unos cuantos meses, por culpa de una operación.
Hacía tiempo que los chicos de Remar no ponían su puesto a la orilla del Danubio. Allí encontramos al bendito de Gromov pidiendo el precio de los libros (pregunta innecesaria en el Rastro porque ya sabemos que siempre responden lo mismo: depende), insistía en los criterios de tasación para no moverse en aguas pantanosas. "A 1 y 2 euros", le respondió el Remero. El ruso atacó ladinamente: "Te doy 70 céntimos por este ejemplar, que no vas a vender, ¿te hace? Le rechazaron una vez más su ridícula oferta por no saber redondear como todo el mundo.
Nos dimos una vuelta por el Arroyo oyendo de fondo la monserga del eslavo sobre la copia de seguridad del blog para asegurarnos ante un revés del azar.
Gromov hablaba maravillas de la exposición Arqueología Literaria del crítico taurino, y nos animó a visitarla enseñándonos unas fotos de una carta de Neruda, el carné de conducir del poeta Hierro... viendo la oportunidad al Trapero Larsen se le ocurrió la gran idea de venderle el boletín de notas de dos políticos de la zona a Cacharreiro. El Amanuense entró al quite con su suavidad monástica : "Sólo colecciona documentos relacionados con la literatura". "Más literario que el expediente de los dos cuentistas más destacados de su generación", respondió con escepticismo Larsen.
El docto Spasavic centró el tema en la figura de Chéjov y en la edición refrito de traducciones en la editorial espumosa. El Trapero defendía un antología clásica del autor en Salvat; no quería saber nada de bocetos de cuentos- relleno para estudiosos del Jardín de las gaviotas. El Polaco de Comares nos recordó pasajes de su admirada edición trapiellista del Tío Vania.
Dejamos al erudito en Reto y descendimos hacia el Desguace. Vimos en el Desengaño todas las cajas de cartón que esperaban a Demóstenes, que desayunaba su bocadillo de calamares en el bar de la Mari.
Tinofc, que hasta ahora no había dicho ni pío, empezó a contarnos que el sábado aparecieron los dos Miguélez en la librería cervantina. "Montarón un alboroto revolviendo todo y exigiendo unas novedades que todavía no habían llegado por la huelga de transporte. Gromov eligió al azar un libro de Balzac, Piel de zapa, y se puso a leer un monólogo con dramatismo shakesperiano. Los pocos que se atrevían a entrar, viendo aquel circo, preguntaban si celebraban el día del libro, del librero o de la librería. Escapé de allí y me fuí a la Feria del puerro y del libro de Sahagún donde los espantapájaros son más poéticos".
El Amanuense tuvo que aclarar algunas dudas sobre su gran artículo Del facherío y los documentos de Hendaya. Nos dijo que era mitad ficción mitad invención. Nos reímos mucho recordando el Vodevil intonso de Jacinto Arniches (docto Spasavic) que tiene un don para retratar a los personajes con sus ingeniosos diálogos. Inolvidable el retrato de Fray Amanuense y su tonsura, y entre el escojono generalizado ultramarino, del mendicante Catalovejero sólo salían de su boca culebras, sapos y largatijas.
El Amanuense, en su infinita sabiduría rastreril, lanzó dos máximas que se fueron por el desagüe: "Reunión varonil, herramientas en el cubil y reunión de féminas, trapos en la acera". Reflexiones barojianas con un poso rancio de misantropía.
Del más allá llegó el inquilino del Pabellón buscando a Bombita, el torero de la sonrisa, pero éste se encontraba en el Bierzo buscando setas. Le acompañó el Trapero en la busqueda de un ejemplar insólito Los toros y la radio, dos de las obsesiones del vigia de Torre.
En la Furgodesván un mermado Ultraísta le confesaba al Catalovejero que no había tenido tiempo de visitar el altillo de los herederos. Los dos Bercianos empezaron a discutir por el teléfono de los jubilados, pero el socio de la Cooperativa de Camponaraya no soltaba prenda. Nos fuimos con unas Cartas de Kokoschka a Alma Mahler y una biografía: En torno a Marcuse.
Desde lejos oímos el eco del desahuciado vanguardista: "Prefiero triunfar como perdedor que perder como ganador". "Menuda pedrada tiene el amigo", sentenció un resentido Amanuense. "Todos tenemos una avería, si no nos estaríamos a estas horas aquí en busca del Vellocino de oro", dixit Tinofc (poco pero bien hilado).
Así se fue la mañana sin pena ni gloria como las ilusiones del trapecista.
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