El fetichismo del tacón alto según John Willie
Una temporada en el infierno
Es curioso que, entre la ingente bibliografía flaubertiana, ningún adicto haya producido todavía una interpretación con el título de "Flaubert y el fetichismo del botín". Porque hay material de sobra para un estudio al respecto. He aquí una muestra, con datos coleccionados al azar. Albert Thibaudet cuenta que, de niño, Flaubert solía quedarse extasiado contemplando los botines de mujer y que, por lo tanto, es algo autobiográfico el episodio de Madame Bovary en que Justin ruega a la sirvienta le permita lustrar los botines de Emma, que el niño toca con amor reverente, como objetos sagrados. Sartre señala dónde aparece por primera vez en la obra de Flaubert el motivo del calzado (y añade "tan importante en la vida y en la obra de Flaubert", pero no vuelve a hablar más del asunto: uno de los muchos cabos sueltos de su ciclópeo ensayo): en Mémoires d'un fou, en el capítulo IX, donde se describe con finura un bello pie de mujer: "son petit pied mignon enveloppé dans un joli soulier à haut talón orné d'une rose noire". Es sabido, de otra parte, que Flaubert guardaba en su escritorio, entre cartas y ciertas prendas y objetos de su amante, las chinelas que Louise Colet había llevado en su primera noche de amor y que, a menudo, como le cuenta a ella en sus cartas, las sacaba para acariciarlas y besarlas.
Más pintorescos detalles en La Orgía Perpetua de Vargas Llosa.
[Charlus & Jupien, fetichistas del zapato de tacón alto que Flaubert no llegó a conocer]
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