Nacido en 1921, Berlanga vivió la época de la Guerra Civil durante la
adolescencia, y siempre repetía lo mismo, un poco provocador: “Para mí
la guerra, como dice Radiguet en El diablo en el cuerpo, fueron unas
largas vacaciones”. Como ni siquiera asistía a clases, Berlanga se
dedicaba a leer libros robados para entretenerse. Un libro al que pudo
acceder en esos años de iniciación diablesca fue Psychopathia Sexualis,
de Richard von Krafft-Ebing. Y fue para el imberbe valenciano una suerte
de revelación instantánea. Tanto que muchos años después, en 2000,
reeditaría una traducción del libro de Krafft-Ebing al que le dedicaría
un prólogo con sus recuerdos de aquellas vacaciones como delincuente
juvenil y erotómano precoz. “Leyendo Psychopathia Sexualis creí
reconocer algunas de mis aficiones, por lo demás nada desarrolladas o
muy poco, y me extrañó no compartir otras. Había modalidades que ni
siquiera sabía que existían, o cuya filiación erótica desconocía: lluvia
dorada, enemas, coprofilia, gerontofilia... Otras, en cambio, como el
exhibicionismo y las relaciones con los animales, me parecían más
comunes. Muchas de esas aficiones o fijaciones se han convertido hoy en
especialidades eróticas, y existen publicaciones, videos y páginas de
Internet para sus adeptos. Pero entonces, cuando yo leí el libro, nada
de esto existía”.
Como al Reinaldo Arenas de Antes Que Anochezca, al haberse criado en
ambientes rurales no le parecía extraña la zoofilia en la que insiste
Krafft-Ebing en su compilación de parafilias, que antes que un libro
científico es una serie de relatos fascinantes, con descripciones de
alto nivel literario, por algunas de las zonas más creativas de la
sexualidad. Y, justamente, en esa identificación temprana con las
parafilias de Krafft-Ebing, Berlanga creó su propio territorio erótico,
pero también, como señala, lo relacionó con una forma de puesta en
escena cinematográfica. Y allí, tal vez, no sólo haya leído por primera
vez sobre ciertos placeres que luego iba a reescribir a través de
algunas de sus películas, como Tamaño natural (1974), sino que también
hubiese conocido la palabra austro-húngaro, porque fue dentro de ese
estado donde el psiquiatra y sexólogo se instaló y publicó su libro en
pleno apogeo imperial. De hecho, es en el prólogo de Psychopathia Sexualis donde Berlanga usa la expresión “austro-húngaro” seriamente,
fuera del contexto disparatado de sus comedias. Krafft-Ebing es célebre,
entre otros hechos, por crear las categorías sadomasoquismo y sadismo
para describir ciertas prácticas sexuales, y Berlanga lo homenajeó, en
cierto sentido, al crear en 1977, en el inmediato post-franquismo, la
colección La Sonrisa Vertical, una apuesta a editar literatura erótica
que incluyó entre su catálogo las obras del Marqués de Sade y de Leopold
von Sacher-Masoch.
(Diego Trerotola)
[De los procelosos infiernos de Charlus & Jupien a las tranquilas aguas ultramarinas, a la espera de conseguir una mejor edición (y sobre todo, completa), del Psychopathia Sexualis]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.