M- Hombre, cuánto malo por
aquí.
G- Vaya, el famoso malhaya.
M- Pues tú, garduña: saco de
roña, costal de tiña.
G- Qué respondón. Y tan
infantil como “rebota, rebota, y en tu cara explota”.
M- Es que no te quiero
ni ver, porque todo lo amañas y enmarañas.
G- Oye, me tienes que hacer
llegar material editorial de novedades. Sí, de la próxima presentación de
invierno, digo, para una reseña. Y unas invitaciones.
M- ¿Habrase visto
desfachatez? Ya puedes esperar sentado; o mejor tumbado cual reptil. Como
tanto frustrado metido a crítico bloguero, piensas que tienes ingenio e influencia
planetaria. Pero lo cierto es que no te lee nadie. ¡Ojalá se te pudiera banear
de golpe! Es lo que te mereces, y lo que saldríamos ganando.
G- No eres justo. A Bonilla
lo acaricias con guante de seda y, que se sepa, en los rescoldos de su
biblioteca quemada nunca ha habido arrimo para los ultramarinos. En cambio a mí,
que no paro de mentarlos, me ninguneas por pedirte primicias y me acusas de
arrastrarme.
M- Sí, como puta por
rastrojo. Por eso rechazamos tu cochambrosa colaboración para “La Galerna”, que
aunque es un tabloide crítico, tiene sus principios y estándares.
G- Te crees el archieditor
ante el Altísimo. Pues malabia, te guste o no, yo soy tu único vocero.
M- Un voceras es lo que
eres. Me tienes harto de tanta burla, mofa, befa, escarnio y cachondeo a costa
mía.
G- ¡Bah! ¿No has oído eso de “que hablen de mí,
aunque sea para mal”? Venga, mándame siquiera unos pedeefes que echarme al
diente, para tener una idea de lo que está por venir.
M- No insistas. No queremos
nada con nadie de la crítica, y menos aún contigo. Manual de UltramarinoS es una editorial que no se vende.
G- ¡Qué gran verdad! Pues
tú lo has querido: sujétate los machos y tiembla cuando a partir de ahora leas
lo que venga de mi mano.
M- De tu zarpa querrás
decir, garduña, ¿o es pezuña?
[Spasavic]
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