Una reflexión: la expresión "invertir en una biblioteca" es una falacia desde el punto de vista crematístico. Los que pasamos algún tiempo en las librerías de viejo (y ya no digo en rastros y mercadillos), somos testigos de transacciones de libros que herederos desapasionados hacen ante nuestras narices y podemos ratificarlo.
Permitidme saltarme la política del blog y hablar de precios.
Por poner un ejemplo que he rastreado, un libro (no diré el título) de 1993, que según el ISBN valía nuevo 17,50 euros al cambio.
Me lo encuentro ayer y, dentro de él, una hoja de pedido a una conocida librería de lance madrileña que lo vendió hace unos años a 12 euros.
Ya estaba a la venta otra vez, entiendo que de tercera o cuarta mano, a 3 euros. Lo que quiere decir que la librería donde lo ví, lo compró a 60 céntimos (pues paga sistemáticamente a 1/5 del precio de venta). Veinte duros de los de antes.
Tengo que decir que en dicha librería, que tiene mucho flujo, jamás he visto regatearle a los vendedores pese a las miserias (a mí me lo parecen) que ofertan. Es más, a veces, cuando amablemente indican que no quieren los libros que les llevan, sus propietarios se los ceden gratis por quitárselos de encima.
Todo esto me recuerda el cuento de Andersen acerca de un labriego que va cambiando en cadena un caballo por una vaca, que trueca por una oveja, y ésta por una oca, que permuta a su vez por una gallina... y finalmente se queda con un saco manzanas podridas.
[Leo Garduña]
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