En las obras de Tolstói, cuando un personaje muere, suele haber algún otro que íntimamente piensa: "pero yo sigo vivo..." Así ocurre al comienzo de La Muerte de Iván Ilich, por poner un ejemplo.
Cuando en el Rastro o en una librería de viejo vemos una montonera de libros en los que se ve un sentido de unidad pronto a ser desperdigado, pensamos: "son los de otro, no los míos..."
Pero no nos engañemos, en ambos casos se trata de una prórroga ante lo inevitable.
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