El ejemplar de los Diarios de Alejandra Pizarnik de la Biblioteca Pública destila lágrimas por todos los costados de sus páginas archisobadas, mugrientas. Siempre cabe la esperanza de que sus lacrimosas palabras hayan servido de consuelo a más de un solitario desesperado, para disuadirlo del suicidio al contemplar la compasión de alguno de sus lectores adolescentes agazapados en las guardas.
Kitay-Gorod
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.