Hace poco más de 200 años, entre geografías lacustres, meteorologías
adversas y geometrías de elásticos triángulos amorosos germinó el Monstruo.
Villa Diodati no fue un rinconcito de la Arcadia. Nada de unas vacaciones de
verano. La mítica reunión debió ser una amalgama de emociones, sentimientos y
conflictos internos, gestadores de pasiones que mal liberadas o liberadas a
medias abren las grietas por donde se filtra el Monstruo. Alimentado con
láudano apenas deja una sombra en los espíritus, ya colmados de engendros, de
Byron y Percy, pero asoma en los sueños de los mortales Mary y Polidori hasta
materializarse como ectoplasmas en el Moderno Prometeo y el Vampiro.
A la mayoría de los hispanohablantes de antaño el Monstruo se les introdujo
en sus cabezas a través de las pantallas de cine dejándoles un cliché de
tornillos y costurones. Muy pocos pudieron disfrutarlo leyendo la obra.
Las bibliografías sitúan la primera edición en castellano en el año 1944, sí,
1944 (La Academia, Barcelona) Sin embargo hubo una edición anterior, en 1912,
hoy inencontrable, publicada en Argentina. Aquí el ejemplar rescatado hace unos
años en el Rastro de entre un montón de morralla variada con la inestimable
ayuda de Gromov.
[El Amanuense]
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