24 de noviembre de 2015
23 de noviembre de 2015
Lunes de Galbana
«Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate»
De las leyes no escritas del Rastro (V)
LA ECONOMÍA DE MERCADILLO
- El Rastro no estará dirigido ni sujeto a intervención.
- Su actividad será marginal, con libertad absoluta de precios y de mercancías.
- No deberá quedar duda alguna sobre los orígenes de los productos: salvo los falsificados, todos serán genuinos.
- La “mano invisible” de Adam Smith, la universal ley de oferta y demanda, se articulará mediante el regateo.
- El comprador no hará nunca el primer envite so pena de ganarse las iras del vendedor.
- Como tercero en un tira y afloja entre otros dos, no opinará sobre la bondad del género o acabará mal al menos con uno de ellos.
- Por supuesto, ni se le ocurra interferir subiendo la postura de una compra en curso. Esto le acarreará que el regateo devenga en subasta y el odio eterno del otro comprador.
- Los vendedores empezarán poniendo precios caros, a veces prohibitivos, y los rebajarán a lo largo de la mañana y posteriormente en semanas sucesivas con progresión geométrica decreciente.
- Aunque también será común un carácter cuasi aleatorio en las fluctuaciones del mercado, lo cual propiciará el coste de oportunidad.
- El modelo económico ideal del Rastro, al que se tenderá ineludiblemente, será la autarquía: el trueque con una moneda propia, sólo valedera en este ámbito, denominada “trapicha”. Entretanto, el dinero electrónico estará proscrito.
- Todo, absolutamente todo, se podrá encontrar en el Rastro; pero lo que quieras comprar, precisamente eso, no lo verás.
- Por mirar no se cobrará, pero tocar desgasta.
- El concepto de “chollo” no tendrá límites definidos y dependerá de las peculiares perspectivas del comprador y/o vendedor.
- Cualquier objeto, por raro que parezca, tendrá su destinatario a precio razonable: lo difícil será hacerlos coincidir juntos en el espacio y en el tiempo.
[Bubble Boy]
22 de noviembre de 2015
La vida breve
21 de noviembre de 2015
Cuatro asaltos. Colección Naufragios (Novedad Ultramarina)
20 de noviembre de 2015
DAKOVIKA, segunda parte (una novela por entregas)
Capítulo 7
Llegamos a un gran cruce de canales subterráneos que debían corresponder con la plaza de la Libertad. Unas tuberías bajaban directamente desde el cerrado edificio del hotel Oliden. Subimos por una escalerilla vieja de ladrillos y sin dificultad accedimos al gran vestíbulo del hotel. Todo cubierto de polvo desde hacía más de cincuenta años, desde los tiempos de la guerra, y a oscuras, iluminado por la claridad de las farolas de la calle que entraba por numerosos sitios como tiros de luz. No se habían llevado nada pensando que algún día se abriese al público nuevamente y daba la sensación de que perteneciese a una ciudad de la cual la población se hubiera retirado de improviso dejando todo como estaba en el momento. Subimos por la escalera central majestuosa al estilo de los años treinta y entramos en la primera habitación que encontramos. Nos acostamos en la inmensa cama polvorienta los tres y nos dormimos.
El hotel Oliden abandonado emitía extraños ruidos, chillidos a veces y a veces grotescos ronquidos y en ocasiones parecía que resoplase agotado de mantenerse en pie. Todo el conjunto hacía sentirse a uno dentro de una ballena anciana que se lamentase de su vejez y que se fuese a partir en trozos en cualquier momento.
Durante las primeras horas nos sentimos bien, protegidos en la gran suite, pero enseguida tuvimos hambre. Salí por los pasillos a buscar algo sin la esperanza de encontrar nada. Bajé la escénica escalera del vestíbulo contemplándome en los espejos gigantes como un mendigo malherido y viejo que se había colado en un palacio en ruinas en el único momento en el que un ser insignificante como yo podría disfrutar de él, instantes antes de derrumbarse. Supuse que de haber algo sería en las despensas de la cocina del restaurante. Me extrañaba que el grandioso hotel no hubiera sido saqueado en todos esos años. Al estar en el mismo centro de la ciudad quizá nadie se había atrevido, a lo sumo pequeños hurtos de antigüedades, pero como todos los muebles eran enormes sería difícil sacarlos sin llamar a atención habida cuenta de que la policía siempre patrullaba por su exterior.
Encontré una trampilla en el suelo y bajé a tientas. Abrí un ventanuco que daba a la calle a la altura de los pies de los viandantes y, con la luz de los faros de los coches que pasaban, vi que aún había algunas cosas en la bodega. Botellas de vino y latas de conserva. Con el botín volví a la habitación en la que Lamieva y Dakovika se desperezaban como dos oseznos. Hundí el corcho de las botellas hacia dentro, clavé un cuchillo en la hojalata de las conservas y en un minuto estábamos reunidos en torno a un festín cuyas viandas tenían más de cincuenta años. Todo sabía a moho y a polvo y se pegaba a la lengua como si la humedad de esos alimentos fuera un residuo de una memoria abolida hace mucho. Sabía a comida de antepasados pero llenaba la barriga.
Casa Tino
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Foto de Morti |
Casa Tino, lugar donde el polaco y los Ultramarinos juegan al dominó y tienen su tertulia de mesa camilla los sábados por la tarde.
De las leyes no escritas del Rastro (IV)
Política de devoluciones
· Al comprador que dude se le aconsejará adquirir el producto porque podrá deshacer el
trato con posterioridad, libremente y sin trabas.
· A tales efectos,
el vendedor asegurará estar en ese mismo lugar todas las semanas (excepto que cambie de sitio o no venga).
· De hecho, únicamente
se admitirán devoluciones por defecto (salvo si el vendedor estima que éste se
produjo posteriormente a la transacción).
· En cualquier
caso, sólo se descambiará la mercancía por un vale y en especie (nunca por dinero),
a no ser que el vendedor:
· No recuerde al
comprador, y/o
· No reconozca el
artículo como suyo.
[Bubble Boy]
19 de noviembre de 2015
18 de noviembre de 2015
Las malas lenguas
17 de noviembre de 2015
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