El Rastro, verano del 2013 |
Don Antonio fue el último descendiente de una antigua familia de libreros, que se remontaba a 13 ó 14 generaciones. Eran dueños de una librería llamada «Rubiños-1860», ubicada en la calle Alcalá 98, cerca de El Corte Inglés de Goya. Según él, la librería databa nada menos que de 1752, y discutía a la librería San Ginés el honor de ser la más antigua de Madrid (y da igual lo que digan los gremios de libreros, estas dos eran las más antiguas).
Además de librería, Rubiños era también editorial. Durante los años del franquismo publicó una cantidad ingente de libros técnicos del MIR (muy buscados por los estudiantes de Escuelas técnicas) y bastante de literatura rusa. En la época se daba por supuesto ―y ya entramos en el movedizo ámbito de los rumores― que el dueño estaba vinculado al KGB, viajaba constantemente a la URSS, aunque por algún misterioso motivo aparentemente nunca tuvo problemas con el régimen franquista, ni con los comunistas tampoco. Yo llegué a conocer la librería. Un gran escaparate a la calle y un sótano con literatura menor, hasta ahí todo normal. Pero si tenías los contactos adecuados, podías llegar a subir al primer piso, a través del portal adyacente. Te abría la puerta una mujer de mediana edad, que siempre parecía malhumorada, y ¡bienvenida al paraíso! salas y salas repletas de libros, en ruso, español y bilingüe, autores y títulos que en aquella época no era posible encontrar en ningún otro lugar.
La historia tiene un final triste. Tras una terrible desgracia familiar, de la que nunca se recuperó, Don Antonio vendió la librería a El Corte Inglés poco antes de fallecer, en el año 2003, con la única condición de mantener sus preciosas estanterías de roble. Por supuesto los grandes almacenes las desmantelaron inmediatamente, y pusieron en el local su agencia de viajes. A día de hoy, lo único que queda de la familia Rubiños es una pequeña vitrina dedicada al fondo de la sección de libros de El Corte Inglés de Goya, en la primera planta del antiguo Galerías Preciados.
La historia tiene un final triste. Tras una terrible desgracia familiar, de la que nunca se recuperó, Don Antonio vendió la librería a El Corte Inglés poco antes de fallecer, en el año 2003, con la única condición de mantener sus preciosas estanterías de roble. Por supuesto los grandes almacenes las desmantelaron inmediatamente, y pusieron en el local su agencia de viajes. A día de hoy, lo único que queda de la familia Rubiños es una pequeña vitrina dedicada al fondo de la sección de libros de El Corte Inglés de Goya, en la primera planta del antiguo Galerías Preciados.
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