El paraíso del regateo (Imagen del Rastro de Madrid en 1929) |
[Gromov lleva bastante rato ojeando un libro y mirando si
está o no cosido, comprobando si falta algún cuadernillo, buscando quién es el
traductor, examinando si es o no una primera edición… Impacientes, los ultramarinos consideran
abandonarlo a su suerte.]
Regatear
Tinofc: Venga Gromov, no le des tantas vueltas,
que nos van a dar las uvas. Llévate el libro de una vez.
Gromov: Hay que pensárselo bien. Aristóteles decía que toda acción se basa en un
equilibro de consideraciones. En tu fuero interno tienes que ver si realmente
lo que vas a comprar te interesa, sopesar los pros y los contras, y luego tomar
la decisión.
Larsen: ¡Hombre!, si te fueras a comprar una
casa o a jugarte una fortuna al azar, entonces entendería tus cavilaciones. Las
pujas en las subastas, las posturas y envites en la ruleta y juegos de naipes,
esas sí que requieren los cinco sentidos para contraatacar y estar al quite.
Pero en esto [despreciativo, señalando el libro] no sé qué tienes que rascar.
Tinofc: Estando en el Rastro se me ocurre
otro ejemplo de ese “equilibrio de consideraciones” aristotélico: los “toma y
daca” al regatear con el vendedor en una compra. Porque mucho me temo que, aquí,
el ruso, se está pensando ratear en el precio.
Gromov: Bueno, ¿y qué? Ya sabéis eso de que “no
compra barato el que no porfía un rato”. Y que “quien no regatea, mal su dinero
emplea”.
Tinofc: Yo, el regateo no lo veo con sentido
mercantil. Para mí, más bien, es como las escaramuzas previas al
boxeo, la lucha, o incluso la guerra, donde los contendientes, a modo de juego, tantean al
contrario para comprobar sus límites y posibilidades antes de entrar en
singular batalla.
Amanuense: Pues para mí es comparable a otras
lides: las del escarceo amoroso; a los preliminares, vaya. Una parte va
haciendo incursiones cada vez más atrevidas y la otra las acepta y cede; y, si no, te para los pies (o las manos) y te pone en su sitio.
Larsen: Y
supongo que no es casual el que también se hable de regatear en el fútbol,
cuando un jugador amaga y dribla a su contrario. Es como cuando el comprador
quiere hacer una finta al vendedor con el precio ofertado, rebajándoselo
sustancialmente.
Gromov: Pues no sé qué deciros. “Regatear” (o “recatear” que
también así se dice) viene de “recatar”, que es mostrar recelo al tomar una
resolución. Y esta palabra, a su vez, deriva del latín re-captare, que quiere decir volver a coger o a pensar algo, es decir,
reconsiderarlo. Y también tiene que ver con “recato”, es decir, con la reserva
o cautela con la que se hace algo.
Amanuense: Sí pero, fútbol aparte, el regatear
es consustancial al trapicheo o menudeo; o sea, al mundo del baratillo. Si el comercio
es de más enjundia, no se regatea: entonces se negocia.
Gromov: No lo veo tan claro. En inglés,
negociación se dice “bargaining”, pero “bargain” también significa “ganga”,
“baratija”.
Tinofc: Pues yo creo que el Amanuense tiene
razón. Porque “regatear” también quiere decir “escatimar”, como cuando dices:
“no regatearé esfuerzos en conseguirlo”, que significa: “no me andaré con
chiquitas”. Así que, Gromov, una vez que ha quedado visto que regatear es algo
ruin, coge el libro ya y vámonos de aquí.
Gromov: No sé por qué el polaco me apremia tanto. Creo
que es Trapiello o alguien de su cuerda quien defiende el regateo por sistema.
Porque si se omite y se cierra una compraventa de buenas a primeras, entonces
una de las dos partes pensará que ha dado de más, o cobrado de menos, y quedará
descontenta del trato.
Amanuense: Eso confirma el dicho: “siempre antes
de ajustar, regatear”.
Tinofc: [a Gromov, que sigue dubitativo] ¡Pero hombre!, si por el libro ya te
piden una miseria… Págalo de una vez.
Gromov: Me da igual: “hay que pedir lo
injusto para que te den lo justo”.
Larsen: ¡Pues ahí te quedas, agonías! Nosotros
nos vamos, que no tenemos toda la mañana.
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[De las anotaciones subrepticias del archisapiente Spasavic]
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