26 de abril de 2014

Las malas companías



El Rastro, primavera del 2014




La lluvia de Trieste nos acompañó a primeras horas de la mañana. La tristeza se desplomaba sobre los paraguas mientras los chamarileros escampaban. El hijo del anticuario descargaba las cajas de libros comprados a los sobrinos del cura. Entre tanto libro de teología se hacía hueco algún libro de diseño de objetos y un manual de cerrajeros. En ese campo minado de alegrías clericales se movían con tiento el apicultor Bombita y el Arcipreste de Hita. Llegó Gromov con la delicadeza del plantígrado y exigió el listado de la biblioteca para no perder más tiempo de penitente. El polaco rebuscaba ensimismado los últimos resto de la Vanguardia romana o algún tomo rojo de Ramón, el confeti de la literatura española.

Dejamos al anticuario B. comprobando el curso legal de los cuartos mientras le mostraba al Dr. M. un reloj del siglo XIX donde las horas pasaban más lentas y los poetas escribían menos libros.
Resultaba atípico ver a los académicos cómo buscaba letras de cerámica para formar la palabra Ultramarinos. Poco a poco iban apareciendo las letras del alfabeto, pero como el Rastro no es ajeno a las leyes de Murphy faltaba la ultima letra: L. Entre el respetable empezaron a sugerir distintas soluciones que encerraban un problema nuevo:" Pon un 7 al revés, a la T al revés le borras con típex el rabito, a la I le pintas el rabo con esmalte azul...". Tinofc y Larsen se llevaron las 12 palabras al maletero, con la ilusión de empezar la tienda por el tejado; atrás quedó el lazarillo contando las monedas que su padre le quitó para comprarse una cajetilla de tabaco. Habiendo un hueso entre ellos, no son amigos dos perros.

Bajaba por el paseo de la Guinda el hermano lituano con su gorra de beisbol, su camisa de baloncesto y sus cascos de DJ de fútbolplaya. El mal tiempo disculpaba su ausencia en el puesto del arroyo. Antes de irse nos preguntó dónde compraba monedas y sellos antiguos, y nos enseñó la bolsa de filibustero donde brillaba el óxido del tiempo.

En la escalera de los perdularios hicimos recuento de los libros comprados en este dispensario de objetos inútiles: Poemas del claustro, El objet publicitaire (un art du quotidien), Juegos de magia, Europa y África entre las dos grandes guerras, El fanatismo, Manual completo de la cerrajería, Cartas familiares del Padre Isla, Balcón de la mirada (itinerario en torno a Segovia)...

El Amanuense, gran lector de literatura fantástica, nos dio la exclusiva: "El bibliófiloescritor, Juan Bonilla Gago, se exilia en esta ciudad de provincias, haciendo caso omiso de los sabios consejos del Leopardi de Manzaneda. ¿Cómo va a escribir ahora sin el temblor de los naranjos ni el aire de azahar?"
Antes de irnos, el primo de Freud, parlero oficial, soltó una soflama literaria regada con la mejor cosecha de Virgilio, Dante, Séneca, Marcial, López de Vega, Garcilaso, Lacan. Asomado al balcón, que daba al Rastro, recitaba de memoria su breve y bien hilado discurso;  exhortaba a disfrutar de los clásicos y olvidar a todos los premios y a sus lacayos: los escritores. La presencia de la policía local dispersó a la cofradía de ultramar, que se jugaba a los chinos a ver quién le tocaba llevar a la estación de tren al inefable Gromov. "Lo peor no es que se vaya sino que vuelve",  dijo Larsen, que no le gustan los juegos de azar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.