Entonces se apodera de mí una aflicción indescriptible.  Ha vuelto a 
atacarme la vieja enfermedad: amnesia in litteris, el olvido literario, y
 me invade una ola de resignación, por la futilidad de la ambición de 
conocimiento, y de toda ambición en general. ¿Para qué leer, para qué 
releer este libro, si sé que dentro de poco no me quedará de él ni la 
sombra de un recuerdo? ¿Para qué hacer algo, si todo se diluye en la 
nada? ¿Para qué vivir, si hay que morir?  Y cierro el hermoso librito, 
me levanto y vuelvo a la biblioteca, vencido, hundido, y lo introduzco 
en la masa anónima de los otros libros olvidados.
Miles de horas de mi niñez, de mi juventud y de mi vida adulta dedicadas a leer, y no conservo nada más que un gran olvido. (P.S.)
[Dedicado a Larsen, lector hasta el final, que ya solo se de dedica a eso; de El Amanuense y Gromov] 

 
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