Si el papel en que escribo fuera la piel del sapo que croa o de la víbora moteada, esta tinta, sangre de escorpión, y el cálamo que empuño, la pluma de un búho de agudo ululato, no tendría en mis manos sino los mejores instrumentos para escribir a alguien como vos, pues sois más venenosa y de peor agüero que cualquiera de esas alimañas: no tenéis más que descender a las profundidades de vuestra conciencia llena de culpa y comprobar cuántos juramentos, promesas y protestaciones, y cuántos millones de veces me jurasteis fidelidad. Todo ello se volverá contra vos un día.
[...]
La lepra, comparada contigo, es la salud más plena, y cualquier infección no es sino mordedura de pulga a tu lado, y las enfermedades de veinte hospitales, una corta fiebre: pues tú eres todas las lepras. Las enfermedades que puedan sufrir tu cuerpo y tu alma irán siempre acompañadas de la enfermedad que es la vergüenza y la desgracia del mundo. Dios te enmiende y te perdone. El que fuera tu amigo,
I.P., 1629
[Leído en Postdata, amenísimo libro (como todos los suyos) de Simon Garfield. G.]
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