De acuerdo con una metáfora popular, el saber es una esfera:
cuanto más se expande, más aumentan sus puntos de contacto con lo
desconocido. Aunque infinito, lo desconocido presenta un límite
tangible. Steiner sugiere que algo similar ocurre con lo no escrito, lo
intelectualmente inexplorado: «Un libro no escrito es mucho más que un
vacío. Acompaña a la obra que uno ha hecho como una sombra irónica y
triste». Los libros que nunca he escrito nos ofrece siete de esas
sombras.
Steiner deja bien claro que estos libros ya no se
escribirán; para retomar una frase de Gramáticas de la creación, he aquí
un «in memoriam de los futuros perdidos». En varias ocasiones Steiner
ha señalado la relación entre los tiempos y modos verbales de la
irrealidad –futuros, subjuntivos, optativos– y la capacidad humana de
pensar a contrapelo de los hechos, de imaginar, con toda la fuerza
etimológica del verbo. «La esperanza y el miedo –ha dicho– son ficciones
supremas que reciben su poder de la sintaxis». La melancolía también
recibe su poder de la sintaxis («qué hubiera pasado si...»). Y, en más
de un sentido, éste es un libro melancólico.
[El Replicante D]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.