El Rastro, invierno del 2013 |
De madrugada nos encontramos con Tinofc, Larsen y el Carbonero que nos advirtió del rottweiler que vigilaba hoy Reto. El Pescador y Ridruejo se enzarzaron por dos volúmenes de la Historia del Franquismo.Tuvieron que echarlo a suerte para saber quién se los llevaba, Al final se cumplió el refrán y le tocaron al pájaro que, debido al precio excesivo, los tiró de mala manera a la caja. Intentó llevarlos Tinofc pero ya tenía las manos llenas y tuvo que soltar lastre para subir la cuesta.
Cuando nos íbamos llegó el Ilustrado a los postres y sólo se encontró con las migas de la pobreza.
En la esquina de la Cacharrería Larsen rescató entre las páginas de una enciclopedia un telegrama de pésame de un poeta maragato, ya teníamos una novela en marcha y el título preparado: "Tempus fugit. Antes de que empezase a llover vimos al Pescador en su hábitat natural: la orilla del río Danubio. Guardó en la saca todos los cómics de Daredevill y el Capitán América, todos a buen precio. El editor de Labici desapareció para guardar en el maletero unos carteles con su aire de constructivimo ruso para que decorasen el altillo.
Protegidos por el toldo del Pastor el Doctor Mabuse Arenas nos enseñó un facsímil firmado por Saavedra. Nos hicimos, por un momento, la ilusión de estar contemplando la primera edición del Quijote . De la nada apareció el Amanuense y quiso comprarlo pero al ver el fajo de legajos, le entró la pereza y dijo que no tenía tiempo para leer esos manuscritos debido al Stock (1200 lotes) de su industria y andanzas. Dejaron los temas mundanos y se pusieron a discutir de mociones, la inutilidad del voto (¿O del botox?), de arquitectos desautorizados en la alcadía... todo era pura literatura: los cuentos de Calleja. Dejaron el Bierzo y se pasaron al pueblo de las mulas para cotillear del anticuario carnicero que, el sábado en Cadórniga, había pagado 200 euros por un libro del siglo XVIII sobre la vida de San Isidoro. Antes de la venta, las manos del Amanuense y del Ilustrado habían tocado con fervor las reliquias del Arzobispo de Sevilla.
Decidimos ponernos en marcha, por si saltaba la liebre y alguien se tiraba al camino con unas cajas de despojos. De lejos vimos llegar en bicicleta a Marconi, que se paró para darle la dirección de su taller a Roberto Alcázar y Pedrín para que le llevase una radio salvada del museo del locutor de la ciudad templaria.
Caminando extrañabamos al ruso o chechenio, Dmitrich Gromov, que siempre estaba en todos lo puestos gracias al don de la estepa: la ubicuidad.
Ocramalliv me hablaba con la sabiduría escéptica del veterano del Rastro: "La poesía ha caído en desgracia, a ver si publica el Diario, Sánchez Ostiz; no me convence el poeta gaditano F. B. Reyes , el título del libro "El fanal hialino" viene de Rapsodia de la ciudad abierta de Valentín Bleyer...
Nos llamó desde el coche el Latigante para ofrecernos una edición facsímil (dos volúmenes) sobre León. El Doctor Mabuse Arenas ya los tenía, y nosotros le hicimos una oferta que no podría rechazar, pero la rechazó por ridícula. Nos enseñó el nuevo coche comprado gracias a la venta, (Librería de viejo ambulante El Maletero), de libros y antiguedades; si se fía de nosotros, todavía viene andando al Rastro. Cerca de nosotros pasó la cofradía del relojero Losada, llegaban con retraso (una persona con más de un reloj nunca estara seguro de la hora que es). Hoy no vimos a los primos Latas y eso nos extrañó. Debe haber un virus que se contagia con la crisis.
Después de regalarme "Las cenizas de Gramsci" de P. P. P. se despidió Tinofc para ir quedando. Se fue con su bufanda almodovariana y la estrenada libreta, cortesía de su mujer P., donde apuntó los poetas menores, su próxima colaboración en Ultramarinos.
Abajo, en el paseo, se paseaba Ridruejo con la bicicleta del afilador y su primera edición (solamente diez numeradas de tres mil) de "Memoria de la nieve", predicando en el desierto: "Canallas... yo no vendo morralla".
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