24 de marzo de 2013

Novela por entregas








Capítulo 2
El cuadro representaba una escena idílica con personajes desnudos retorciéndose en sensuales posturas a la orilla de un río. La imagen era vieja y estaba deteriorada y la luz blanca del día nublado sobre ella parecía rasgar su materia. La distensión del lienzo hacía que este se bambolease con cada paso y uno creía que en cualquier momento la pintura se iba a romper hecha añicos en medio de la calle. Sin embargo la extraña figura de cuadro con patas caminó hasta introducirse en el gentío del rastro sin desintegrarse. Era fácil seguir al fenómeno porque sobresalía de las cabezas clavando en las nubes negras los picos dorados de su marco. Al fin se paró y nos acercamos como un par de estúpidos disimulando. Se trataba del puesto de un gitano rico. Un anticuario de mediana edad bien pertrechado con ropas de invierno y rodeado de un sinfín de objetos viejos pero en muy buen estado. Un gitanillo limpiaba el polvo de los cachivaches y otro envolvía un ángel de alabastro para un cliente que lucía en su sonrisa varios dientes de oro. Todavía hablaban en duros y el gitano jefe le contaba a otro más viejo tocado con sombrero negro y portados de la garrota de patriarca que había comprado un poni por uno miles y había ido a un entierro montado sobre su grupa. El cuadro se mantenía en pie apoyado sobre el suelo y sobre la oculta persona que lo había transportado desde el interior de la ciudad sin nombre. Un gitano anciano que había permanecido hasta el momento como un mueble más en la cacharrería se levantó de una silla monacal y acercó la nariz al cuadro como si tuviera que olerlo para saber si era bueno. Entonces el hombre que parecía ser el jefe se volvió enérgico y gritó ufano: "Vamo a dicar qué noj trae ejta chaví". Entonces se sacó del bolsillo superior de la pelliza unos anteojos montados en gruesa pasta marrón y los limpió con los dedos para observar el cuadro con detenimiento de perista. Luego hizo que lo giraran y estuvo más tiempo observando el reverso que la parte pintada. "Ea, -dijo con un respingo elevando la cara hacia las lonas como el torero que da la espalda al cornúpeta- dos mil duros y buenos días". El gitanillo de antes abrió una caja de madera oscura y manipuló en el interior de una bolsa de plástico hasta que sacó un manojo de billetes manoseados. Una mano pálida y tímida  amaneció al otro lado del cuadro para recoger el dinero. 

















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