12 de abril de 2013

Las malas compañías




El Rastro, primavera del 2013





¿Qué fue de la Feria de libro de Valladolid? La pereza, esa delicadeza del espíritu que se acentúa con los años, impidió a la bandada de buitres volar a la ciudad impar.
Esta mañana encontramos el cartel de rebajas en Reto. Esta circustancia nos animó a buscar con más ansiedad entre las piedras y la ropa. Unos libros de mapas de España, edición bolsillo, aparecieron entre los cuadros impresionistas del Marchante, en otros tiempos representante del Círculo de lectores de Viena. El Pescador necesitó los servicios de la grúa para llevar al coche los tres tomos de cartografía. Tinofc dejó por un momento la edición de libros e hizo acopio de volúmenes de tecnología: La historia del torno, Mecánica del tractor, Las granjas agropecuarias, Los trenes de vía estrecha... Del  subsuelo el lobo Larsen emergió con unas Memorias de Albert Speer. El ilustrado fue delatado por la indiscreción  del joven vendedor: "A ti te he visto en el almacén de Orozco (de donde sale todo lo que llega al Rastro)". Desde que el Marchante ya no compra cuadros (el mercado del arte está a la deriva), su trastero ha dejado de ser  una galería para convertirse en un desguace: sólo compra latas con el negrito de Colacao... Siempre estamos volviendo a la infancia, esa patria de los apátridas.
De camino a Cacharrería, Larsen despedazó Los diarios de Cataño"Tanta intimidad y tan poca literatura: la obscenidad de la vanidad. Solamente le disculpa que fueron escritos en las hogueras de la juventud". En la Escombrera nos encontramos al novio de la muerte, el sargento Amanuense, que hojeaba unas revistas de estrategia militar con el giroscopio de los sondeos logísticos. Recorrimos con el Jeep del Freudiano la orilla del Danubio, y cada poco íbamos cargando las bolsas de libros que tenía reservadas en cada garita. El sueño de todo Rastrero es encontrar a un desconocido Diógenes que le salve la jornada.
Estabámos mirando el telescopio de John Silver  cuando empezó a sonar la motosierra de La matanza de Texas. En ese instante apareció Crisolín que se está forjando su leyenda de filibustero del S. XXI: trafica con botellas de bares hundidos, libros de cirujía del 1700, mapas, ordeñadoras, radios de Marconi, Crisolines que le sirven a domicilio Telepizza... "Con lo que gastaste ayer ya tienes para todo el mes", le dijo el Psicoanalista. No sabemos si para invitarle al ahorro o por esa sana envidia que no puede remediar.
La ronda de la mañana fue desoladora. Ni rastro del Utraísta de más allá del Manzanal, ni de Demóstenes, ni del capitán Centellas (el famoso Benzema), ni de la Cátedra de Oteruelo, ni del inspector Simenon, ni del ubicuo Gromov. Tinofc se encontró con el exagente de KGB, Smile, y concertó su cita habitual de las 11. Los espías, un champán sin burbujas desde la caída del muro de Berlín. 
En la farola de Corrientes nos invitó el Bonarense a degustar unos libros, editados por  Teleno, para gourmets de terciopelo de medianoche . Entre el lascivo Larsen y el ex seminarista Tinofc se los repartieron. "La sarten siempre por el mango", dijo el Colifato, en lunfardo, a la marchanta. Crisolín quiso inmortalizarse con las recetas  de Venus y  Príapo para recuperar las buenas formas de libertino de la Restauración.
Como no sabíamos saltar de la orilla de hoy a la orilla de mañana, atravesamos el jardín. Ocramalliv, un tipo con suerte, pisó restos de merde y se lanzó a tentar la sabiduría del refrán entre los libros que tiraron con la urgencia del engachado a la desgracia, esa vida perra. Encontró por 50 céntimos (un precio del siglo pasado) El encantamiento de la sombras de Rafael Arrieta, ejemplar arruinado por la humedad y el tiempo. Nos sedujo su título y el halo de misterio de su autor. Larsen exhumó La mortaja de Rabanal y  El sudario de Amancio G., y la triste historia de amor del escultor Rodin y Camille.
Según nos íbamos acercando a los coches Tinof divagaba con la ilusión volatera: "En mi biblioteca no han regido jamás un plan metódico, una selección despiadada. Llámeme usted bibliómano, concediendo a la palabra una elasticidad que abarque la libertad y la esclavitud, el fanatismo y la tolerancia, la clarividencia y la pasión... "
Regresamos a la felicidad fugitiva y perdurable.





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