Cuando ganas un certamen literario de campanillas dejas de ser una persona y pasas a ser una metonimia. Pierdes tu identidad y te conviertes en "el último premio Planeta"... o el que sea. Y en este caso, la etiqueta dura un año, pero si consigues ser laureado por la Academia Sueca, entonces ya no eres más Fulano o Mengano, escritor; sino Fulano o Mengano, "premio Nobel" de por vida. Acabas fagocitado por el galardón.
[Eso sí, de la guita no hay quejas. Y conste que no lo dijo Cela, ni lo ha dicho Vargas Llosa, de momento.]
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