Si los libros de texto infantiles marcaron impronta, ¿qué decir de nuestros viejos álbumes? Como al protagonista de la película de Zulueta se nos podría interpelar así:
"Dime, ¿cuánto tiempo te podías llegar a pasar mirando este cromo?… ¿Te acuerdas?… ¿Y éste?… ¿Y esta orla?… ¿Y esta página?… ¡Años, siglos… Toda una mañana! Imposible saberlo, estabas en plena fuga… en éxtasis… colgado en plena pausa… ¡ARREBATADO! ¡MIRA!"
Vida y Color, Animales y Minerales, El Porqué de las Cosas... Sus imágenes han conformado las ideas plátonicas que integran nuestro bestiario particular. Para este fin, mucho mejores que las fotografías son las ilustraciones hechas a mano, como las de aquellos ingenuos cromos. Y esto se justifica porque la foto de, pongamos, una hiena, representaría ese espécimen de hiena únicamente, el de la instantánea; mientras que el dibujo de uno de estos carroñeros nos llevará a la idea de hiena, a lo que todas las hienas comparten, a la "hiena en sí".
[En recuerdo de una conversación mantenida con el Amanuense sobre si eran o no preferibles las fotos a los dibujos en las guías de campo]
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