26 de febrero de 2015

Atrapado





Atrapado

Ya no me acuerdo cuanto llevo prisionero, atrapado. Al principio llevaba la cuenta pero después dejé de contar el tiempo. Sin libertad los días se convierten en semanas, las semanas en meses y al final los meses en años. He ideado salir de estas paredes que me retienen infinidad de veces, tantas como he soñado que por el mero paso del tiempo, se desmorone esta cárcel que me paraliza, pero me temo que estos groseros materiales que me asfixian, que me comprimen, son más longevos que yo. A veces maldigo mi obstinación por evadirme. ¡Cuán menos infeliz sería si aceptara el hecho de mi emparedamiento en esta prisión asfixiante! ¡Cuán menos desgraciado sería si hubiera perdido la razón! ¡Cuán menos desdichado sería sino anhelara día tras día y si no soñara noche tras noche la ansiada libertad!

Noto mi piel, antes blanca y flexible cómo se va amarilleando y volviéndose quebradiza. Hasta mi alma se va desvaneciendo. Ah, aquel lapso de juventud en el que a golpeteos se iba imprimiendo mi alma. Aquellos pequeños golpes sólo son ecos que se prolongan en el recuerdo. Ahora sospecho que un minúsculo golpecito de los que imprimen, de los que marcan, de los que dan vida, acabaría por lastimarme. Bruscamente se interrumpió mi destino. Sé que soy el último, que no hay continuidad. Sé que soy el final, y por desgracia un inacabado final. Conmigo se extingue un proyecto inacabado, un plan que se quedó en boceto, en esbozo, un plan que no pudo llegar a cristalizar sólo Dios sabe porqué. Por eso mis desvelos, mi ansia por escapar de este claustrofóbico encierro. Soy el último, no puedo renunciar, no me puedo resignar, no me puedo rendir.

- Alicia abre la ventana de par en par que aquí hay mucho polvo, y no te quedes enfrente que hace corriente.

- Vale mami, ya está. Mira mamá que ordenador, qué raro es, ¿por dónde se enchufa? 

- Alicia, eso no es un ordenador, es una máquina de escribir. Era la máquina de escribir de mi papá, de tu abuelo. Antes no había ordenadores y se escribía en estas máquinas. 

- ¿El abuelo escribía los libros en esta máquina? Qué vieja es. ¿Cómo funciona? Mira, tiene un papel metido dentro.

- Sí, se ponía un folio en este rodillo y se tecleaba con estas letras.

- Mira mamá, el papel está escrito, ¿qué pone?

- Es verdad, apenas se lee, se ha descolorido la tinta después de tantos años aquí enfrente de la ventana. Mira, voy a sacar el folio. Se aprieta aquí, ves, y queda libre, ahora tiras hacia arriba... y ya está. Ves que fácil es. Vamos a ver que ponía el abuelo. Qué ilusión, después de tanto tiempo. Será de la última novela que no pudo acabar.

- Mami, mami, déjame a mí que ya casi sé leer.

- Vale, toma, pero sal de la ventana que hay mucha corriente no vayas a coger un catarro de los tuyos... tómalo con cuidado que se puede romper.

- ¡Oh mami! ¡se llevó la hoja la corriente!

Confusión… desconcierto… perplejidad… aturdimiento… ansiedad… vértigo, Libertad, ¡¡¡ Libre, por fin, libre, después de una eternidad !!! Vagando sobre el viento, donde el viento me lleve. Sé que mi cuerpo es frágil y no resistirá mucho cabalgando sobre estos soplos salvadores, pero mis últimos momentos los pasaré henchido de libertad, ebrio de libertad, extasiado de libertad… y cuando roto en mil pedazos, cada uno de ellos convertido en vagabunda volvoreta, llevará sus poros preñados de libertad… donde el viento me lleve. 


[El Amanuense]



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