- Se desencuaderna sin piedad el ejemplar que se tenga más a mano y con ambas tapas se construye un improvisado refugio a modo de castillo de naipes o similar.
- Se van arrancando las hojas una a una, se amusgan y se ponen a cubierto bajo el tejadillo.
- Se les prende fuego por la base y se sopla suavemente para conseguir una buena llama. También se pueden utilizar las propias hojas restantes del ejemplar como abanico.
- Se alimenta la lumbre de este modo tanto cuanto sea posible; y para facilitar la ignición, cuando el fuego sea vivo, se arrojará el lomo junto con la cola que le da cuerpo al libro. Ésta actuará como combustible extra.
- Arden mal el papel ecológico y el reciclado. El papel biblia se transforma en pavesas en un momento y no calienta nada. El papel couché y el de periódico parecen haber sido diseñados para este menester, pero dan mucho humo. Los de tipo verjurado y de trapo son los mejores.
- Tal vez no sea improcedente señalar que el contenido del libro en cuestión es irrelevante: a efectos térmicos, arden igual justos que pecadores.
[Montag]
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