1 de diciembre de 2019

Crónica ultramarina


                              Foto / Juan Luis García(Agencia 575)













Reuniéronse tan pronto los ultramarinos que pudieron continuar las conversaciones iniciadas la vez anterior. El día gris amenazaba galerna y en el portal añoso se vieron de mañana a la hora de costumbre. El bueno de Satanás llegó en su rugiente moto convidado por malabia en vez primera e hizo entrada sepulcral, todo vestido de negro a excepción de sus mangas que asomaban de rojo sideral. Como representante de las tribus urbanas dio su mejor aullido en el portal y el Cuervo exclamó: ¿Quién ha invitado a Satanás? Luego se fueron a trepar por grupos la empinada escalera por la cual pasaron de su ciudad provincial a una azotea de Roma tal cual.
Chimeneas y cúpulas veladas de hollín, edificios nuevos y viejos tomados del silencio otoñal hasta el horizonte de chopos pelados en la ribera del río por la que huyeran Dakovika y los otros desgraciados con su penar…
Formaron, ya en la terraza, los ultramarinos con sus paraguas una membrana que parecía hecha con alas de murciélagos entrelazadas y bajo lluvia atroz, que ellos desearan mayor, se presentaron los versos que muriendo todos los días siguen y siguen viviendo y cuya entrega es la tercera de serie que no se sabe si acabará, acogidos todos ellos en la colección de la calle de los solitarios por la que sólo transita un poeta.
Algunos gorriones pararon su vuelo para escuchar unos instantes los versos aquellos y otros fingieron suicidio lanzándose al vacío desde la balaustrada noble de piedra. Los gatos vagabundos, que había asegurado su presencia, no asistieron al ver que era temprano para sus almas noctámbulas. El vate puso su dolor en palabras que dejó en los aires de la azotea aquella que no supimos si se fueron o en el aire del suelo quedan.

Refugiáronse más tarde en el amable salón de la generosa anfitriona y brindaron por las cosas que nadie brinda ya ahora, las que el tiempo desflora. Como despedida el más egregio poeta de ellos propuso poner en vitrinas tanto y tanto pasajero ultramarino destello, como colofón a más de cinco años de traperos del tiempo.

[El cuervo]


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