El
trilobites se despertó por primera vez y se asomó a la ventana. Le sorprendió
que en la calle solo hubiera seres humanos jóvenes y de cierta madurez, ¿acaso
nacían así o no envejecían?, se preguntó. Cerró la ventana tras varias horas de
observación, para desayunar y dormir un poco más. Tras el nuevo despertar,
volvió a abrir la ventana de par en par, abajo solo vio niños de distintas
edades, ¿dónde estaban los de antes, qué clase de transformación ilógica habían
sufrido? Varias horas después de dicho examen, le entró hambre, cerró entonces
la ventana y se dispuso a almorzar, para a continuación a echarse una siesta. Y
como había hecho antes, tras despabilarse se acercó a la ventana de nuevo.
Fuera solo había ancianos paseando, caminaban despacio, con pasos torpes,
muchos de ellos apoyados en bastones y andadores. Como el trilobites no
entendió el extraño ciclo vital de la especie humana, regresó a la biblioteca y
abrió el libro de paleontología de donde había salido, para regresar a la
eternidad, así se pondría a salvo de los caprichos y estragos de la locura.
José Miguel López-Astilleros
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