Una temporada en el infierno
CONFESIÓN SEXUAL DE UN ANÓNIMO RUSO
Este «Diario» fue dado a conocer a Nabokov por Edmund Wilson, quien lo consideraba una «obra maestra del erotismo» y durante algunas cartas fue objeto de un epistolario cruzado muy jugoso que se vería finalmente interrumpido por las desavenencias relativas a la versión al inglés del Eugenio Oneguin realizada por el autor de Lolita, cuya traducción, ceñida al original hasta la nimiedad, fue calificada de pedante por el americano.
El texto en cuestión hizo nacer en la mente de Nabokov el personaje de la citada nínfula (¿o fue el de Humbert Humbert?). Por eso no pudo ocultar la admiración que este libro suscitó en él: «Las aventuras amorosas del ruso me entusiasmaron. Son maravillosamente divertidas».
Fue el sexólogo británico Henry Havelock Ellis (1859-1939), trasunto del psicólogo que firma la introducción de Lolita, quien difundió esta obra, escrita en francés en 1912. Gracias a ello sabemos hoy que su autor, anónimo, procedía de Ucrania, pero había emigrado a Italia para estudiar ingeniería y más tarde había fijado allí su residencia.
El protagonista se deleita visiblemente en rebuscar en su memoria «los más ínfimos recuerdos» y, si con el tiempo estas confesiones siguen despertando gran interés, es, entre otras razones, por una parte, porque resulta apasionante seguir, gracias al relato insólitamente minucioso, veraz y lúcido que hace este hombre de su tendencia voyeurista y de sus aventuras sexuales con jovencitas, el lento desarrollo de esta invencible atracción peculiar ; y, por otra, porque nos descubre a una insospechada Rusia de principios de siglo XX, en la que reina la más absoluta libertad de costumbres sexuales, una tolerancia incomparablemente más espontánea y extendida que el resto de Europa.
Este hecho se pondrá de manifiesto en otra obra que tarde o temprano también caerá en la órbita infernal de la galaxia ultramarina: Grushenka , tres veces mujer.
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Por la época de la traducción al español de esta obra, dos editoriales coincidieron en su comercialización. Charlus se decantó por la edición de Mondadori, traducida por Tomás Segovia (eximio poeta autor de unos excelentes sonetos eróticos). Jupien eligió la seleccionada por Tusquets para La Sonrisa Vertical.
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